Se trata de una tradición en algunos países por razones que nada tienen que ver con decisiones médicas y puede causar hemorragias graves, quistes, infecciones e infertilidad, así como complicaciones en el parto y un mayor riesgo de muerte de los recién nacidos.
A nivel mundial, se calcula que hay al menos 200 millones de niñas y mujeres mutiladas. En la actualidad, cada año se le practica la operación de manera rústica a tres millones de niñas, mientras que 44 millones de menores de 14 años ya sufrieron la ablación.
Aunque la mutilación es una práctica que tiene más de mil años, hay motivos para pensar que se puede acabar con ella en una generación, y las Naciones Unidas luchan por su erradicación para el año 2030.
De acuerdo con el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, existen varios motivos por los cuales justifican en algunos países esa acción contra la salud.
Entre ellas, se encuentran los motivos psicosexual, sociológico, estético, religioso y otras creencias de las comunidades y culturas.
En muchas sociedades, por ejemplo, se ve a la mujer como un ser humano que no debe tener deseos sexuales y que la única manera de mantener su virginidad antes del matrimonio es por medio de la mutilación genital.
El procedimiento usualmente se realiza en niñas de cuatro a 14 años de edad, lo cual justifica aún más el daño irreparable que causa.
No solo existen repercusiones físicas como hemorragias graves, abscesos, quistes, tejido de cicatrización excesivo, VIH/SIDA, infecciones de vías urinarias y reproductivas e incontinencia, sino que también existen consecuencias psicológicas irreversibles.
Los procedimientos de mutilación genital no aportan beneficios para la salud, pero si acarrean importantes consecuencias inmediatas y a largo plazo.
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