Por Adriana Robreño
Corresponsal jefe de Prensa Latina en Ecuador
La más reciente tragedia tuvo lugar en Alausí, provincia de Chimborazo, donde un deslave sepultó a cinco barrios y causó al menos siete muertos, 23 heridos, 500 afectados, 46 desaparecidos, 163 viviendas dañadas y destruyó unos 150 metros de vía.
Esas cifras pueden variar, porque de acuerdo con los rescatistas no es posible dar un número exacto de víctimas por la gran cantidad de tierra que sepultó cientos de casas.
Desde hace meses, los pobladores de esa zona de la sierra ecuatoriana advirtieron sobre los riesgos de la falla geológica que provocó la catástrofe el pasado 26 de marzo, e incluso hicieron un plantón para pedir la intervención de las autoridades ante el riesgo de un colapso.
Un reciente estudio técnico en esa localidad reveló que cuando llueve no existe un sistema adecuado de alcantarillado, por lo que las aguas residuales se infiltran en el suelo y provoca un alto nivel de humedad.
De hecho, la Secretaría de Gestión de Riesgos (SGR) decretó alerta amarilla, pero nada más se hizo y ocurrió lo peor.
El suceso activó el espíritu solidario de diferentes entidades y personas, que se organizaron a través de las redes sociales para recolectar toda clase de ayudas y donaciones para los damnificados.
La Asamblea Nacional, la Universidad Central del Ecuador, la Alcaldía de Quito y la Cruz Roja de Azuay, entre otras instituciones divulgaron puntos para recoger los insumos que los ciudadanos estén dispuestos a entregar a los damnificados de Alausí.
Los deslizamientos son frecuentes en Ecuador, sobre todo en época de lluvias -como la actual- cuando el suelo recibe una gran cantidad de agua, la tierra se ablanda y se desprende formando flujos de lodo que se desprenden hacia abajo.
CUBIERTOS DE AGUA
El invierno, como denominan por estos lares a la temporada lluviosa, no sólo provoca deslaves, sino también inundaciones como las que sufrieron los habitantes de varias provincias costeras y el sur ecuatoriano.
Según el ministro de Inclusión Económica y Social Esteban Bernal}, las precipitaciones y sus consecuencias ocasionaron este año más de 20 muertos y 23 mil afectados.
De acuerdo con la SGR, cinco mil 265 viviendas sufrieron daños y 70 quedaron destruidas y se perdieron más de mil 200 hectáreas de cultivos.
La ciudad costera de Guayaquil, la más poblada del país, recibió en 24 horas más del 60 por ciento de las precipitaciones previstas para todo el mes, lo cual provocó inundaciones que paralizaron gran parte de la urbe.
Por su parte, en la vecina provincia El Oro, cerca de 30 barrios del municipio de Santa Rosa quedaron bajo el agua como consecuencia del desbordamiento de ríos cercanos.
También las intensas lluvias provocaron el colapso del puente sobre el río Blanco, una importante vía que conecta las provincias de Pichincha, Santo Domingo de los Tsáchilas y Esmeraldas, e incomunicaron esos territorios.
El Comité Nacional para el Estudio Regional del Fenómeno El Niño advirtió que el aumento anómalo de la temperatura en el océano Pacífico ecuatorial es lo que provoca la inusual temporada lluviosa.
Paralelamente, crecen los casos de enfermedades infecciosas, como dengue, zika, chikungunya y leptospirosis.
SACUDIDA MORTAL
Como si fueran pocas las desgracias para los ecuatorianos, un sismo de magnitud 6.5 grados en la escala abierta de Richter estremeció la costa y el sur del país principalmente.
Un total de mil 107 personas quedaron afectadas por el movimiento telúrico, que causó 14 fallecidos y 489 heridos, según datos oficiales.
La mayoría de los damnificados (940) son residentes de la provincia de El Oro, la que más sufrió con la sacudida, cuyo epicentro estuvo en Balao, en el golfo de Guayaquil.
Entretanto, la Cámara Nacional de Acuacultura manifestó que el terremoto provocó el colapso parcial de camaroneras y el perjuicio supera los 10 millones de dólares.
La prensa local y usuarios de redes sociales compartieron entre las imágenes del desastre la de un padre que logró salvar a su hija de ocho meses de nacida y a su esposa de entre los escombros, una foto convertida en símbolo del “milagro” en medio de la conmoción.
LA RESPUESTA INSUFICIENTE
En medio de tantas desgracias la ciudadanía espera una respuesta efectiva del Gobierno.
El presidente Guillermo Lasso decretó estado de excepción en las 14 provincias del país, las más afectadas por los desastres para facilitar y acelerar la contratación pública en aras de la recuperación de las estructuras dañadas.
También determinó la creación de un “bono de arrendamiento de vivienda” para los damnificados por el sismo y la gestión de fondos de emergencia de los organismos multilaterales para disponer rápidamente de los recursos necesarios.
Sin embargo, las promesas no se han cumplido del todo.
En la ciudad de Machala, por ejemplo, solamente seis de las 90 familias que quedaron sin hogar por el terremoto recibieron la ayuda.
A Isla Puná, ubicada casi en el epicentro del movimiento telúrico, tampoco ha llegado el auxilio para sobreponerse del sismo y las inundaciones, según denunciaron los pobladores de esa zona.
Cristian de la Torre, de la Federación Nacional de Cooperativas Pesqueras, afirmó que esas comunidades no cuentan con una asistencia estatal adecuada y necesitan ayuda urgente, tanto alimentación como atención sanitaria.
También el psicólogo Camilo Marines, del gobierno local de Puná, consideró urgente poner en marcha campañas de vacunación ante la proliferación de enfermedades contagiosas.
En cuanto a la tragedia en Alausí al presidente Lasso le criticaron su falta de empatía con los afectados, pues dijo que no podía llegar al sitio del desastre porque su helicóptero no podía aterrizar allí, a causa de las condiciones meteorológicas y que en carro demoraría cinco horas.
Veinticuatro horas después de la catástrofe, llegó al lugar, donde ciudadanos le reclamaron por qué el Gobierno no hizo nada, pese a advertencias sobre la posibilidad de que ocurriera un deslave.
En esas condiciones, Ecuador sigue su día a día, entre actividades sísmicas, volcánicas, duros inviernos y desastres provocados por el mal manejo y uso del suelo o por el descuido ambiental.
arc/avr