El encierro de esclavos cimarrones -huían en busca de libertad-, y patriotas que luchaban por la independencia de Cuba del colonialismo español rodean a ese periodo oscuro que vivió la otrora villa del Espíritu Santo y llevó incluso al fusilamiento a unas 40 personas.
De acuerdo con María Antonieta Jiménez, Historiadora de la Ciudad, su construcción comenzó el 19 de abril de 1859 bajo la dirección del ingeniero militar Indalecio López y finalizó en 1865.
Consultada por Prensa Latina, Jiménez aseguró que dado sus valores arquitectónicos e históricos este inmueble de la cuarta villa fundada en Cuba por los españoles, próxima a su aniversario 509, es Monumento Nacional.
Los constructores usaron “elementos tradicionales evolucionados en el siglo XIX en cuanto a técnicas y estructuras, con formas que le permiten lograr la solidez y majestuosidad que la caracterizan”, apunta Jiménez en Monumentos Nacionales y Locales de Sancti Spíritus. Trascendió hasta nuestros días, como afirma la especialista en el citado libro, con gruesos muros de ladrillos unidos con mortero de cal y arena, y fachadas con amplias ventanas protegidas por rejas de gruesos barrotes de hierro.
Hasta 1886, fecha de la abolición de la esclavitud, fue cárcel y depósito de cimarrones, así como albergó a detenidos y condenados por causas comunes o políticas.
Al fondo de la edificación fueron fusilados varios patriotas, como el general bayamés Francisco de León Tamayo y su fiel ayudante, el capitán espirituano Francisco (Panchito) Álvarez.
Capturados por las fuerzas españolas en la manigua redentora, Panchito logró escapar, pero rechazó la idea de abandonar al general herido.
Junto a otros cinco prisioneros llegaron a la Real Cárcel el 14 de julio de 1871, y en un juicio relámpago condenados a la pena de muerte, sentencia cumplida al amanecer del día siguiente.
A escasa distancia del lugar de los fusilamientos, fue construido un obelisco como homenaje a los patriotas ejecutados, develado el 15 de julio de 1933 y que todavía se conserva.
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