Entre los primeros blancos de la artillería está un hospital de la ciudad gemela de Omdurmán, en la ribera este del río Nilo, teatro de operaciones, como otras ciudades del interior de la fiera pugna entre los generales Abdel Fattah al Burhan y su exaliado, Mohamed Hamdan Dagalo.
Al Burhan preside el Consejo lucha de Transición (CST, gobierno provisional) y Hamdan Dagalo lidera la milicia Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF, inglés), de turbia notoriedad desde su creación con el apoyo del derrocado expresidente Omar al Bashir.
La situación militar sigue confusa con cada contrincante empeñado en eliminar al otro sin que haya pronóstico de cuál saldrá vencedor de la contienda en la que emplean fuego artillero, bombardeos aéreos y utilización de civiles como escudos humanos.
Los combates han causado más de 420 muertos, de ellos 273 civiles no beligerantes, y cerca de cuatro mil heridos, según el reporte más reciente del gremio médico.
A pesar de esas tétricas estadísticas no existe en el horizonte terreno de negociación para un entendimiento que propicie un diálogo entre las partes a pesar de la advertencia la víspera del secretario general de la ONU, Antonio Guterres, de que Sudán “está al borde del precipicio”.
En el origen de la conflagración sudanesa aparece el tema de la incorporación de los efectivos de las RSF al Ejército regular, controlado por el CST, lo que dejaría a Hamdan Dagalo sin su instrumento de poder y por ende en una posición débil a pesar de su cargo de vicepresidente.
La magnitud del choque puede medirse por las respectivas certezas de los rivales de que eliminará al otro, estado anímico que permite pronosticar una contienda larga sin solución de continuidad siquiera a plazo mediato.
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