Fotos: Fausto Triana
Hoy, después de un aperitivo anoche, los vecinos de Sol y Medio, con la mirada volcánica del Teide, se preparan para lanzaren la noche-madrugada del 3 al 4 de mayo toneladas de pólvora sin revelar cantidades para que el rival ni sepa detalles de lo que hace el otro.
Son las Fiestas de Cruces y Fuegos de Mayo Los Realejos, un municipio al norte de Tenerife, Islas Canarias de poco menos de 40 mil habitantes y un fervor contagioso de cruces y fuegos, para perpetuar una tradición nacida entre siglos XVII y XVIII.
Celebración de Interés Nacional que aspira a convertirse en evento de rango internacional, las cruces marcan el pistoletazo de arrancada con una misa solemne y alegre. Más de un centenar de unas 300 adornan la ciudad con detalles y esmero de familias que lo hacen espontáneamente, comentó a Prensa Latina el alcalde de Los Realejos, Adolfo González Pérez-Siverio.
El Barrio de La Cruz Santa, lugar donde cuenta la leyenda se descubrió el Santo Madero, es el foco de la procesión Cruces. Se llama así porque en 1666 un jinete cayó de su caballo al pasar el barranco del Pago de la Higa, después de azotarlo por no querer avanzar.
Fue entonces cuando al ver a su corcel escarbar en la tierra vislumbró una cruz de madera, hecho que derivó en los festejos que colocan a Los Realejos en el centro de las cruces y pirotecnia del Viejo Continente en la actualidad.
Ya con lo visto en los prolegómenos de las ceremonias, sería suficiente para las emociones. No es ni siquiera un aperitivo, lo que se viene os sorprenderá bastante, me comenta un nativo de la ciudad luego del espectáculo lumínico con efectivos y los numerosos fuegos artificiales a propósito del inicio de las fiestas.
Es la noche del 3,2,1 hasta rebasar las campanadas de la medianoche y tras el paso alegre de batucadas de las dos calles en pugna, El Sol y Del Medio, y las ensordecedoras tracas (seguidilla de petardos).
El curioso homenaje a la Santa Cruz engalana la urbe con una policromía digna de admiración, sobre todo porque toda la logística parte de esfuerzos propios de los vecinos de los barrios en pique, con el momento cumbre de la pirotecnia, que incluirá cohetes, bengalas, candelas, bomberas, voladoras, chispas, silbidos, efectos especiales y un cielo cubierto durante una hora por algo inimaginable.
Durante el siglo XVIII en la calle El Sol vivían campesinos y medianeros, y la Del Medio se levantaban casas de lujo de propietarios de tierras. Cada parte decidió emprender un enfrentamiento para mostrar la fiesta más jubilosa y espectacular. Más allá de la rivalidad, la animosidad no llegó nunca a mayores.
Eso sí, la preparación constituye el secreto mejor guardado de los pobladores de la ciudad. Como los hermosos altares que rinden culto a la cruz en sus distintas formas, con una suerte de homenaje a la vida y la alegría desde el respeto y la amistad.
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