A diferencia de otras contiendas en las urnas, en esta ocasión Erdogan quedó por debajo del 50 por ciento de los votos necesarios para ganar en la primera vuelta, aunque se acercó mucho con 49,4 puntos de los votos emitidos en más de 190 mil colegios electorales del país.
El jefe de Estado de 69 años, en el poder desde 2003, primero como primer ministro y luego como presidente, enfrentará al socialdemócrata y prooccidental Kemel Kilicgdaroglu, de 74 años, quien encabeza la Alanza de la Nación, formada por seis partidos opositores.
De acuerdo con Amur Gadzhiev, del Centro de Estudios de Países Mesorientales de la Academia de Ciencias de Rusia, existe una posibilidad real de una victoria de Erdogan en la segunda ronda, pero será inevitable la ocurrencia de protestas de la oposición.
Pero Gadzhiev estima que difícilmente serán masivas de tal manera que puedan suponer el inicio de una llamada «revolución de color» en esta nación. Los recursos de protesta para cambiar gobierno casi se agotaron en manifestaciones de 2013 y 2014, en Estambul, estimó.
Occidente, por su lado, apoya en todos los ámbitos a Kilicgdaroglu, quien se presentó en la campaña electoral con un programa para recomponer los nexos con Estados Unidos, la Unión Europea (UE) y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
Erdogan, partidario de una posición independiente y defensa de los intereses nacionales, reafirmó el derecho de mantener relaciones comerciales con Rusia, sin aplicarle sanciones unilaterales, y de reforzar la defensa turca con la compra a ese país de complejos S-400.
Precisamente, este último punto crispó las relaciones de Ankara con Washington, que amenazó con restricciones comerciales, mientras la UE demora por varias décadas el ingreso de Türkiye a ese bloque.
Kilicdaroglu, por su parte, aboga por una sistema parlamentario fuerte, algo que presenta como la reconstrucción de la democracia, por la solución del problema kurdo y la vuelta de casi tres millones de refugiados sirios a su país.
Sin embargo, analistas citados por el diario digital Vzgliad consideran que el mayor interés de Occidente en apoyar al candidato unificado de la Alianza de la Nación es su posible ruptura con Rusia y la posibilidad de aplicar medidas unilaterales contra ese país.
ERDOGAN POR ENCIMA DE TROPIEZOS
Para Grigori Lukianov, del Centro de Investigaciones Árabes e Islámicas, la posible victoria de Erdogan en el balotaje podría estar dada por el control con que cuenta sobre recursos administrativos y mediáticos para organizar mejor su estrategia electoral.
Además, Lukianov llama la atención que el tercer candidato más votado, Sinan Ogan, con 5,7 por ciento del respaldo popular, tiene una posición ideológica cercana al actual mandatario.
Kilicgadoroglu y Erdogan concentraron entre ambos el 94,28 por ciento de los votos depositados por el 88 por ciento de los más de 60 millones de empadronados, por lo que en una segunda vuelta en las urnas unas pocas boletas podrían hacer la diferencia como los de Ogan.
Al mismo tiempo, Lukianov advierte que en Türkiye existen conocidos sentimientos anti-estadounidenses y una injerencia de Washington mediante la promoción de protestas en contra de una victoria de Erdogan podría servir para movilizar al electorado de este último.
El mandatario turco promete convertir a este país en un «hab» energético, de transporte y tránsito, así como de suministro de alimentos en la región, una mayor estabilidad de la lira y una reducción de la inflación que llegó ahora al 85 por ciento.
Uno de los temas más debatidos por Erdogan y Kilicgdaroglu en sus respectivas campañas electorales fue el de las medidas para la reconstrucción de las zonas afectadas por el terremoto del pasado 6 de febrero, con saldo de más de 50 mil muertos.
Unas tres millones de personas fueron desplazados de sus zonas de residencia, tras la destrucción de cientos de miles de inmuebles en al menos ocho provincias, pero en gran parte de ellas el voto resultó favorable para Erdogan en la primera vuelta, afirman expertos.
Lo cierto es que Türkiye irá a los comicios más importantes de los últimos 20 años, cuando una salida del poder de Erdogan podría significar cambios sustanciales en política interna y exterior, mientras la reelección iniciaría su último mandato presidencial.
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