Los enfrentamientos –según testigos presenciales- se desarrollan con la utilización de armas pesadas en el oeste y sur de Jartum y también objeto de bombardeos de aviación por parte de ejército.
A las 18.45 GMT de este lunes entra en vigor una tregua de siete días para permitir la entrada de ayuda internacional al país, crear corredores humanitarios para evacuar civiles y proteger hospitales e instalaciones sanitarias.
Según fuentes Naciones Unidas, (ONU) ya hay cerca de 900 civiles muertos y unos cinco mil heridos, así como un millón de desplazados.
La víspera, el jefe de asuntos humanitarios de la ONU, Martin Griffiths, exigió garantías para el suministro seguro de ayuda que necesitan ya más de 25 millones de sudaneses.
Los habitantes de la capital, encerrados en sus casas, no tienen agua ni electricidad, y los grupos humanitarios piden corredores para llevar víveres, medicamentos y combustible.
En tanto, las dos partes continúan acusándose de violar las treguas pactadas y tratan de ganar terreno en medio de una situación crítica. Detrás de esta guerra, según los expertos, está también la competencia entre poblaciones que históricamente monopolizan el poder y los recursos, y los sectores más marginados del mosaico étnico sudanés.
Los enfrentamientos estallaron el pasado 15 de abril por contradicciones en medio de un proceso de integración de las Fuerzas de Apoyo Rápido, lideradas por Mohamed Hamdan Dagalo, vicepresidente del Consejo Soberano de Transición (CST) al seno de las Fuerzas Armadas, y el jefe del Ejército y presidente del CST, Abdelfatá al Burhan.
Ambos, con grado de general, se han disputado el control del país después del derrocamiento en 2019 del presidente Omar al Bashir.
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