Varias organizaciones ambientalistas anunciaron días atrás su intención de bloquear el acceso a la Sala Pleyel, donde estaba prevista la asamblea de accionistas, y en la que se “pretende perpetuar la estrategia de la petrolera: cada vez más proyectos de combustibles fósiles y un reparto injusto de los superbeneficios que alimenta la injusticia climática y social”, denunciaron.
Agentes antidisturbios actuaron con contundencia contra decenas de activistas, que habían acampado desde la pasada noche y ocupaban la zona de las puertas de acceso a la sala, utilizando contra ellos gases lacrimógenos, y estableciendo un cordón de seguridad que permitiera la llegada de los participantes al cónclave financiero.
Los manifestantes permanecieron en las inmediaciones denunciando las actividades de la petrolera y asegurando que “la intensificación del cambio climático no es un accidente, es la manifestación de la codicia asesina de Total y la industria de los combustibles fósiles”. En esa línea recordaron la existencia de una “bomba climática”, como definieron el megaproyecto Eacop-Tilenga, un oleoducto entre Uganda y Tanzania que incluye la perforación de 400 pozos petrolíferos y la construcción de una conducción de mil 440 kilómetros de longitud, que emitirá más de 34 millones de toneladas de CO2 anuales.
Aunque no consiguieron evitar la reunión de inversionistas, al menos forzaron al ejecutivo francés a solicitar al grupo petrolero que se aleje más rápidamente de los combustibles fósiles y haga lo posible en materia de energías renovables.
Según declaró la ministra de Transición Energética, Agnes Pannier-Runacher, “Total está invirtiendo en energías renovables, pero el reto es moverse más rápido, con más fuerza y, sobre todo, con más rapidez”, y añadió que las petroleras “deben reinventarse y alejarse de los combustibles fósiles”.
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