El origen de la celebración en esa urbe de la provincia de Azuay, en la sierra ecuatoriana, data de 1557 y tiene lugar 60 días después del Domingo de Resurrección, E inicia un jueves.
Conocida también como Septenario, la popular festividad ha sido reconocida como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) y se realiza en honor a Cristo y en agradecimiento a Dios por las cosechas obtenidas en el año.
Cada noche, durante siete días, los puestos se llenan de miles de visitantes, mientras que las calles se vuelven peatonales y se encienden castillos de luces y juegos pirotécnicos.
La tradición popular es festejar los siete amaneceres en los que permanece la Sagrada Hostia en exhibición allí. Las preparaciones para el Corpus Christi comienzan semanas antes, con la elaboración de alfombras y tapices elaborados con flores, serrín y otros materiales coloridos.
Estas obras de arte efímeras adornan las vías por donde pasará la procesión, creando un espectáculo visual impresionante.
Durante el desfile, la imagen del cuerpo de Cristo es llevada en una custodia dorada, acompañada por sacerdotes, monaguillos y fieles vestidos con trajes tradicionales que en su recorrido realizan paradas en diferentes altares adornados con flores y se entonan cantos religiosos.
Los cuencanos aprovechan esta ocasión para preparar y disfrutar de platos tradicionales como el cuy asado (conejillo de Indias), la fanesca (sopa especial de Semana Santa), el mote pillo (maíz cocinado) y el tradicional pan de Corpus, un pan dulce elaborado especialmente para esta festividad.
La Municipalidad de Cuenca organizó un plan de movilidad especial para el evento, uno de los más destacados y emblemáticos del país andino, que tendrá lugar hasta el próximo 15 de junio con el lema “Fiesta más dulce del mundo”.
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