Murió este año de un infarto al regreso de un juego de Industriales en Artemisa, cuando su equipo agonizaba en el fondo de la tabla de posiciones y él fue a apoyarlos en las malas con la misma fidelidad que festejaba los momentos exitosos.
Resultó un golpe muy duro para los hinchas del plantel Azul y también para el béisbol cubano, pues al hombre del sombrero alto con la I en letras góticas y la camiseta con el 00 detrás lo conocían en toda la isla.
Ahora, cada vez que muchos de sus amigos entran al estadio van al sitio exacto donde se sentaba a rendirle homenaje, otros pasan y hacen un gesto de tristeza; colegas de la prensa, con quienes entablaba amenas charlas suelen hablar de él mientras transcurre el partido.
Tenía 10 años de edad cuando su familia se mudó para la capital procedente del poblado de Taguasco, en la central provincia de Sancti Spíritus.
Desde entonces comenzó a disfrutar del béisbol en el mismo lugar, la banda de primera base, donde se ubican los seguidores del conjunto visitante.
Nunca quiso moverse para las gradas del sector opuesto, sede de los más furibundos defensores de los Leones, porque así rendía homenaje a su familia.
Comentaba siempre que ellos se sentaban allí porque eran seguidores de Las Villas y él se sintió bien en esa zona del estadio, donde la gente lo respetó y quiso mucho.
El sui géneris Veneno 00 surgió porque era amigo de casi todos los jugadores de Industriales y no sabía qué número poner en su camiseta azul, hasta que algunos sugirieron el 00.
«Ese no lo ha usado nadie y así no te comprometes con ninguno, además tu apodo no tiene ni tocayos», le dijeron como solución salomónica.
Nunca ofendió a los peloteros, fueran de su equipo o del contrario, y reconocía la entrega de los jugadores para brindar espectáculo y ofrecer rivalidad.
«A mí me duele cuando desde las gradas agreden a los muchachos y no es que griten ruge leona cuando los Azules están perdiendo, no, nada de eso, si gritan es porque están apaleando a los Leones y eso está en el juego, lo que me indigna es que tiren al terreno cosas, objetos y digan palabras obscenas», según una entrevista publicada en el sitio digital Cubahora.
Veneno se jactó de recorrer todos los estadios principales del país con su traje azul y tuvo amigos en todas las provincias.
«Cuando llegaba a Guantánamo o Santiago de Cuba, la gente hacía coro a mi alrededor y me alojaban en sus casas mientras estuviera allí, también sucedió en Las Tunas y muchas provincias más», según sus palabras de agradecimiento a los aficionados cubanos que fueron para él como una gran familia.
Veneno era tan ético, que si no ganaba Industriales aplaudía también y felicitó siempre al rival campeón.
Mi equipo son los Leones, pero el béisbol es de todos y hay que saber disfrutarlo más allá de las pasiones, era su respuesta cuando se le preguntaba por esa actitud suya al término de cada juego.
Por estos días que Industriales volvió a convocar a miles de aficionados al estadio Latinoamericano y anda en busca de su corona 13, se extraña a Veneno 00, cuyo nombre de pila solo queda en el recuerdo familiar: Eduardo Medina Fernández.
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