El conflicto, iniciado el pasado 15 de abril cuando el general al Burhan insistió en incorporar al Ejército a las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF, en inglés) de Hamdan, ha costado la vida a unas tres mil personas, heridas a más de 10 mil y una ola de desplazados superior a los dos millones de seres humanos.
En rigor los conflictos internos en el ente pacificador creado por la Autoridad Intergubernamental para el Desarrollo (IGAD) son dos ya que, además de la sorda lucha entre los presidentes de Sudán del Sur, Salva Kiir, y de Kenya, William Ruto, por encabezarlo, el general al Burhan rechaza al segundo.
Los países mediadores designados por la IGAD son Kenya, Etiopía, Djibuti y Sudán del Sur.
El presidente sursudanés se empleó a fondo a mediados de junio pasado con sendas reuniones por separado con los beligerantes las cuales no fructificaron, fracaso que movió a la IGAD a degradar a Kiir a la condición de miembro y promover a Kenya a la presidencia, decisión recibida con desagrado por el general al Burhan.
Desde entonces la crisis sudanesa permanece inerte en cuanto a su eventual solución se refiere ya que los contrincantes aseguran estar en condición de derrotar a su enemigo y no muestran intenciones de querer siquiera sentarse a la misma mesa.
La pugna que a todas luces es un conflicto por protagonismo regional, en modo alguno se limita a los mandatarios sursudanés y keniano ya que el presidente del CST rehúsa aceptar al segundo como mediador principal y, más aún, lo acusa de tener relación de negocios con el líder de las RSF.
Hasta el momento al Burhan no ha presentado evidencias de sus alegaciones y el gobierno keniano emitió un desmentido tácito en una declaración de su cancillería en la cual aseguró carecer de intenciones de tomar partido por alguno de los rivales y que su interés primordial es mantener la paz en su entorno geográfico.
A pesar de esas afirmaciones, resulta evidente que el presidente Ruto, tendrá que, de mantenerse el escenario actual, dar un paso al lado para destrabar la situación.
Comoquiera que Nairobi no da señales en esa dirección es evidente que la mediación está cada vez más lejos de los resultados apetecidos.
Esa conclusión está sustentada en declaraciones de un funcionario de la cancillería sudanesa que, en condición de anonimato, admitió que ”nada se ha movido en lo que respecta a la elaboración de una fórmula pacificadora…”.
Así, resulta palmario que contra lo que podría suponerse, en el dilatado y mortífero conflicto sudanés existen aristas hasta ahora subyacentes de diversa índole las cuales comienzan ahora a salir a la luz y explican las cada vez mayores dificultades para encontrar una solución.
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