Una nota entregada a Prensa Latina asegura “que es una película con un argumento fundamental: el agua como instrumento político y económico, tejido a través de personajes muy convincentes, con excelentes interpretaciones que no necesitan un exceso de palabras para expresar los problemas y las relaciones entre ellos”.
Añade el escrito que todos los aspectos artísticos y técnicos de este drama están cuidadosamente entretejidos: imagen, banda sonora, interpretaciones, escenografía y diálogos.
“Es una película equilibrada y digna en la representación de una historia dramática con la que el director sorprende en su debut”, concluye la nota al explicar la selección para el más importante lauro cinematográfico de España.
Con guion de Quiroga, fotografía de Diego Robaldo, sonido de Luis Villagómez y montaje de Juan Pablo Di Bitonto, esta coproducción argentina, boliviana, brasileña, colombiana cuenta en los papeles protagónicos con Fernando Arze y Sonia Parada.
El vuelo de aves de rapiña sobre el pueblo de Rosillas despierta en el espectador el sentimiento de amenaza o fatal premonición, mientras abajo se percibe un creciente resentimiento impulsado por la sequía, la corrupción y la ambición de los “de arriba”.
Con su hijo huérfano de madre, Gregorio percibe que para “los de abajo”, inmovilizados por la inercia o la resignación, nada crece por la carencia del líquido vital en un contexto en que hasta su única vaca se va en busca de la sobrevivencia.
Ni la compañía del vástago ni un nuevo amor frenan la obsesión de quien intenta cambiar el status quo imperante en el pueblo, al punto de hacer palpable la violencia que subyace en Rosillas.
En una atmósfera tensa a ratos recreada visualmente con influencia de los clásicos oestes estadounidenses, el filme echa raíz, sin embargo, en los profundos diferendos sociales a través de los personajes y refleja la realidad no solo de Bolivia, sino de muchos territorios de Latinoamérica.
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