Un inédito escenario en Hollywood, meca de la industria del entretenimiento en Estados Unidos, pone a muchos en apuros. Protestas, series y películas reprogramadas, eventos suspendidos y apremios económicos son algunas de las consecuencias inmediatas del paro que, desde el 13 de julio, inició el Sindicato de Actores de Estados Unidos (SAG-AFTRA, por sus siglas en inglés), un gremio con más de 160 mil afiliados.
La falta de un acuerdo con la Alianza de Productores de Cine y Televisión para un nuevo convenio colectivo —que tendría vigencia en los próximos tres años— desencadenó la medida de presión, la primera que se realiza de forma simultánea junto al Sindicato de Guionistas (WGA) en 63 años.
Muchos se apostaron en California ante las oficinas de Disney o gigantes del streaming como Netflix o HBO el día que comenzó la huelga.
A partir de entonces, Porter, que confesó al diario Evening Standard vivir “cheque a cheque”, vio aplazar dos proyectos que debían comenzar en septiembre, pero lo peor es que más de dos meses después no hay mucha esperanza de una pronta solución al conflicto.
No pocos están preocupados por la irrupción de la inteligencia artificial en las producciones y exigen que se les proteja ante la explotación de su identidad y talento “sin consentimiento ni retribución”. Además, piden mejores salarios y una compensación justa por los derechos de streaming en servicios como Netflix y Disney Plus, entre otros.
En Estados Unidos solo el dos por ciento de los actores gana lo suficiente para depender exclusivamente de la actuación y llegar a fin de mes, a tono con algunos estimados.
Ello no significa que ese otro 98 por ciento restante resida debajo de un puente, opinó Santiago Tati Pereira, un actor argentino que vive en Nueva York.
La cuestión —como advirtió— es que muchos “simplemente necesitan tener otro side-job (empleo), como le llaman acá, para poder pagar sus cosas”.
Para Fran Drescher, presidenta de SAG-AFTRA, las protestas que han paralizado a Hollywood tienen que ver con algo mucho más grande relacionado a veces con la sed corporativa de valorar las ganancias por encima de las personas.
“En algún momento tendrás que decir no más”, sentenció la actriz, recordada por aquella serie tipo comedia de situación de 1993 nombrada The Nanny (La niñera).
Lo que sucede es que “se acabó la fiesta”, apuntó Drescher en uno de sus intercambios con la prensa al insistir en que “el modelo de negocios ha cambiado por el streaming y la inteligencia artificial” y “si no nos mantenemos firmes ahora, todos vamos a tener problemas”.
La última vez que los escritores y actores hicieron huelga al mismo tiempo fue en 1960, cuando Ronald Reagan era presidente del Sindicato de Actores.
“Ya no se puede ganar un salario digno en este negocio”, opinó Eric Kripke, creador de la serie de televisión Supernatural (2005-2020).
“Simplemente no puedo olvidar lo miope que es eso, porque habrá una fuga de cerebros. La gente irá a industrias donde puedan vivir”, alertó el guionista, director y productor.
Aunque existen reportes de algunas negociaciones entre la WGA y los estudios de Hollywood en las últimas semanas, todavía no existen indicios acerca de un punto de encuentro; en el caso de SAG-AFTRA, ni siquiera volvieron a sentarse en la mesa de negociaciones.
El sindicato hizo lo que mejor pudo, recaudó unos 15 millones de dólares con donaciones de ricos y famosos.
Jennifer López, Ben Affleck, Oprah Winfrey y Julia Roberts dieron sus aportes en las primeras tres semanas de la huelga; les siguieron George y AmalClooney, Luciana y Matt Damon, Leonardo DiCaprio, Hugh Jackman y Deborra-Lee Furness, Dwayne Johnson, Nicole Kidman, Ryan Reynolds y Blake Lively, Arnold Schwarzenegger y Meryl Streep.
Pero no son solo los actores quienes están en aprietos, “son muchos los trabajadores manuales, encargados del vestuario, maquilladores, carpinteros que construyen los decorados, pintores, electricistas”, recordó Tom Exton, de la organización benéfica Entertainment Community Fund.
Los dueños de los negocios vinculados a la industria del entretenimiento, por su parte,quieren resolver el conflicto porque aseguran que las afectaciones son peores que durante la pandemia de la Covid-19 y están “en modo de supervivencia”.
De los premios aplazados a causa de la huelga dan fe los Emmy. Por primera vez en más de dos décadas la noche de reconocimiento a lo que más vale y brilla de la televisión estadounidense se trasladó de la fecha prevista el 18 de septiembre al 15 de enero de 2024.
El pasado 13 de septiembre cerca de 2 000 personas se reunieron frente a oficinas de Netflix, en Los Ángeles. Duncan Crabtree, director ejecutivo nacional de SAG-AFTRA afirmó que las semanas que vienen podrían ser decisivas, pero no hay conversaciones en marcha.
Los estragos en la industria comienzan a sentirse y los pronósticos en pérdidas ascienden a unos cinco mil millones de dólares.
Sin embargo, les queda claro, como arengó el gremio en redes sociales: “Nuestra lucha por un contrato justo continúa y necesitamos que USTED sea parte de la acción”.
Estudiosos de las ciencias sociales consideran que es un momento sin precedentes en la historia del movimiento obrero estadounidense moderno con huelgas laborales generalizadas, extendidas de costa a costa.
La sumatoria es interesante, cientos de miles cuando se hace el recuento. Los paros pasan desde actores, guionistas, obreros de la industria automotriz, personal de enfermería, empleados municipales hasta los de servicios hoteleros.
En este instante, el número de trabajadores en paro en Estados Unidos es el más alto desde 1983.
(Tomado de 4ta Pared, suplemento cultural de Orbe)