Sáenz, quien fue viceministro de Industrias de Cuba entre 1961 y 1965, rescata en este volumen, de forma inédita, el legado y quehacer cotidiano de Ernesto Guevara de la Serna, universalmente conocido como el Che Guevara o simplemente el Che, como titular de esa cartera.
En un panel para discutir, reflexionar y evocar al Che, el escritor que también se desempeñó como vicepresidente primero de la Academia de Ciencias de la isla estuvo acompañado por estudiantes de ese centro de altos estudios y el embajador de Cuba en Brasil, Adolfo Curbelo, quien agradeció el debate acontecido.
Al aprovechar el diálogo acerca de los valores que guiaron la vida del conocido como el Guerrillero Heroico, el diplomático condenó el genocidio perpetrado por Israel en la Franja de Gaza y reiteró el apoyo de su país al pueblo palestino.
Hizo alusión a la reciente victoria de Cuba en la sede de Naciones Unidas, en Nueva York, donde el mundo respaldó la resolución presentada por el canciller Bruno Rodríguez para denunciar el bloqueo unilateral de Estados Unidos que dura más de seis décadas.
Curbelo se refirió asimismo a la visita realizada en septiembre pasado a La Habana del presidente brasileño, Luis Inácio Lula da Silva, para participar en la Cumbre del G-77 y China.
Resaltó que la estancia resulto «muestra de los vínculos que unen a los pueblos cubano y brasileño».
Al terminar el debate, Sáenz, investigador invitado de la UNB y autor y coautor de 34 libros, insistió en que es deber de los revolucionarios mantener vivo el pensamiento del guerrillero argentino-cubano.
En disímiles ocasiones, relató que una de sus características era la de ser un ejemplo personal para todos sus compañeros y subordinados.
«Era el primero en llegar al Ministerio y el último en salir. Esto se mostraba en diferentes aspectos: en su estilo de trabajo y de dirección, en su modestia, en su austeridad, su exigencia, en el cumplimiento de sus responsabilidades», comentó.
Sáenz subrayó que ese hombre endurecido para luchar por sus ideales en una guerrilla no perdió nunca la ternura con su familia y esposa, pues, para él, «un revolucionario era guiado por un sentimiento de amor».
Tras una campaña de varios meses, el Che cayó prisionero de las tropas bolivianas en la Quebrada del Yuro y al día siguiente de su captura fue asesinado (9 de octubre de 1967).
Sus restos fueron ubicados en 1997 y enviados a Cuba, donde descansan en el Complejo Memorial Comandante Ernesto Che Guevara que se construyó con este objetivo en la central ciudad de Santa Clara.
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