Ante un Estadio Olímpico Atahualpa repleto, con más de 35 mil personas, los acordes de «Comfortably Numb» inauguraron la velada y encendieron la fría noche quiteña con la magia única de quien no solo interpreta música, sino que también teje crítica y emoción en cada nota.
«Si eres de los que dicen: Me encanta Pink Floyd, pero no soporto la política de Roger, harías bien en irte a la mierda e ir al bar en este momento”, indicaba un cartel en las pantallas como rechazo a quienes lo critican por su posiciones.
En el imponente escenario de 70 metros de largo y cuatro pantallas de 10 metros de largo por 10 de ancho, Waters interpretó una veintena de temas, como «Wish You Were Here» y «Another Brick in the Wall» y «Money» y «Shine On Your Crazy Diamond».
El concierto no solo fue un viaje musical, sino también un discurso crítico contra el sistema capitalista, con menciones específicas a los expresidentes estadounidenses George Bush, Ronald Reagan y Barack Obama.
En medio del espectáculo, Waters aprovechó para reflexionar sobre su visita a la Amazonía ecuatoriana en 2018, criticando los daños ambientales causados por la petrolera Chevron.
Cantar en un escenario ubicado a dos mil 800 metros de altura sobre el nivel del mar representó una desafío para el artista, quien reconoció la dificultad que ello implicaba.
Momentos antes del show, el alcalde de Quito, Pabel Muñoz, compartió en sus redes sociales que conversó con Waters sobre la paz en el mundo y enfatizó la importancia del evento realizado en el marco de aniversario 489 de la capital ecuatoriana.
Con este concierto, Roger Waters culminó su gira de 2023 en una presentación que según el músico podría ser su última vez en América Latina.
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