Los ejecutivos de esos grupos, en un artículo que publicaron en el diario The New York Times, expresaron su consternación porque no han “visto nada parecido al sitio de Gaza”.
Recordaron que sus organizaciones llevan décadas operando en Gaza, pero “no podemos hacer nada remotamente adecuado para abordar el nivel de sufrimiento allí sin un alto al fuego inmediato y total, así como el fin del asedio. Los bombardeos aéreos han imposibilitado nuestro trabajo”. La retención de agua, combustible, alimentos y otros bienes básicos ha creado una enorme escala de necesidades que la ayuda no puede compensar, indicaron.
Dijeron que en poco más de dos meses cerca de 20 mil gazatíes —entre ellos más de siete mil 500 niños— han perdido la vida, según el Ministerio de Salud de Gaza. “En este conflicto se ha informado de la muerte de más niños que en todos los grandes conflictos mundiales del año pasado juntos”, lamentaron.
En ninguna otra guerra de este siglo los civiles se han visto tan atrapados, sin ninguna vía ni opción de escapar para salvarse a sí mismos y a sus hijos, subrayaron en el artículo.
Los grupos hicieron un llamado a los “líderes mundiales —y sobre todo el gobierno de Estados Unidos— deben comprender que no podemos salvar vidas en estas condiciones”.
Sugirieron que es “necesario un cambio significativo en el enfoque del gobierno estadounidense para sacar a Gaza de este abismo” y por eso “para empezar, el gobierno de Biden debe poner fin a su interferencia diplomática en las Naciones Unidas, donde bloquea los llamados a favor de un cese al fuego”.
Afirmaron que desde que terminó la pausa en los combates, “estamos presenciando de nuevo un nivel excepcionalmente alto de bombardeos, y cada vez con mayor ferocidad”.
Las pocas zonas que quedan en Gaza libres de bombardeos se reducen cada hora. Más del 80 por ciento de los 2,3 millones de gazatíes ahora se encuentran desplazados, subrayaron al enfatizar que “la más reciente ofensiva israelí los obliga ahora a agruparse en una porción de tierra diminuta”.
“Apenas hay atención médica en el enclave y pocos medicamentos. Los cirujanos trabajan a la luz de sus celulares, sin anestesia. Utilizan trapos de cocina como vendas. El riesgo de oleadas de enfermedades infecciosas y transmitidas por agua no va sino a aumentar en las condiciones cada vez más hacinadas en las que viven los desplazados”, concluyeron.
El 7 de octubre el Movimiento de Resistencia Islámica (Hamas) realizó un ataque que tomó por sorpresa a Israel que dejó más de mil 200 muertos y unas 240 personas fueron tomadas como rehenes, pero el “derecho a la defensa propia no exige ni puede exigir que se desate esta pesadilla humanitaria sobre millones de civiles”, concluyeron.
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