Por Ernesto Hernández Lacher
De la redacción internacional de Prensa Latina
Además, este año sirvió para fortalecer la posición de Varsovia como punta de lanza en la arremetida regional contra Moscú, tras la operación militar especial de Rusia en el Donbás.
En suelo polaco se encuentran miles de uniformados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), hecho denunciado por el presidente ruso, Vladimir Putin, que lo considera una amenaza a la seguridad de su país.
Polonia también suscribió las sanciones adoptadas en la UE contra Moscú.
Hacia lo interno miles de transportistas bloquearon en noviembre varios cruces fronterizos con Ucrania en señal de protesta por los beneficios de que gozan los camioneros de esa última nación.
De acuerdo con líderes y voceros de los respectivos sindicatos, las protestas se extenderán hasta el próximo año.
El país sufrió además lo que la propia UE calificó de retroceso democrático al aprobar legislaciones relativas a la independencia judicial y otras que restringen el derecho al aborto que en esa nación europea solo es posible, si el embarazo supone un riesgo de muerte para la madre.
También entró en vigor una normativa que, según Varsovia, busca combatir la influencia rusa pero, de acuerdo con críticos, podría amparar la persecución de políticos opositores.
El legislativo comunitario inició una acción legal e instó a suspender esta última ley que inhabilitaba cargos públicos y además pidió una misión electoral para los comicios legislativos que a la postre se celebraron en octubre.
En ellos resultó ganador el Partido ultraconservador Ley y Justicia (PiS), del ex primer ministro Mateusz Morawiecki, pero tras el sufragio, un reportaje de investigación del medio Wirtualna Polska denunció la destrucción de un gran volumen de documentos.
La información divulgada por la prensa nacional demostró que el Ministerio de Asuntos Exteriores se deshizo de más de 400 kilogramos de discos duros informáticos y 600 metros cúbicos de documentos.
Además, eliminó 18 contenedores con más de dos mil metros cúbicos y 89 sacos con carpetas y publicaciones.
El portavoz del Gobierno, Piotr Müller, calificó de historias sacadas de películas las denuncias de periodistas sobre el hecho, pese a que la Cancillería se vio envuelta recientemente en un escándalo por la presunta venta irregular de cientos de miles de visados a través de las embajadas en países asiáticos y africanos.
El abogado e historiador, aspiraba a formar un nuevo ejecutivo, pero no contaba con el suficiente apoyo en el Parlamento para su investidura, pues su coalición logró 194 escaños y necesita 231 para gobernar en solitario.
En ese escenario emergió la figura de Donald Tusk, quien asumió la jefatura del Gobierno tras ocho años de mandatos de ultranacionalistas.
El flamante primer ministro ocupó ya ese cargo de 2007 a 2014 y también fue presidente del Consejo Europeo (2014-2019), y ahora encabeza un gabinete de coalición de centro izquierda.
En el Parlamento (Sejm) obtuvo 248 votos a favor y 201 en contra para superar a Morawiecki.
Ante el Sejm, Tusk dijo que se va a empeñar en que Polonia «recupere el lugar que le corresponde» en la UE e hizo referencia a los millones de euros bloqueados desde Bruselas por la falta de cumplimiento con el respeto al Estado de derecho.
Por su lado, la presidenta de la Comisión comunitaria, Ursula Von der Leyen, felicitó al investido que ya debutó como orador ante esa instancia.
No hay ninguna razón para que Polonia tenga complejo de inferioridad en la UE. La locura anterior nos ha costado mucho más que hacer el ridículo. Os puedo garantizar que Polonia volverá a ocupar el sitio que merece, afirmó Tusk ante el plenario.
Desde la UE, directivos expresaron confianza en que el nuevo Gobierno dé marcha atrás en la reversión de los derechos de las mujeres y el colectivo LGTBI, entre otras medidas heredadas del anterior ejecutivo que condujeron a sanciones desde el ente comunitario y a manifestaciones dentro del país.
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