Frei Betto*, colaborador de Prensa Latina
Mantendré mi distancia de quienes dan “malos días” al despertar, ahogan en sus tinieblas interiores la alegría que les resta, enfrentan la vida con acidez. Y de quienes consideran que los lazos de familia se cortan con la punta afilada de la lengua e ignoran que la sangre escribe letras indelebles.
Saludaré a los navegantes cibernéticos, mariposas de ideas fragmentadas, amantes virtuales que se entregan con frenesí al onanismo electrónico, digitando su propia soledad. Y a los poetas que tragan emociones y engullen con ira palabras preñadas de significado.
Desdeñaré a las mujeres que se embellecen por fuera y coleccionan vampiros y escorpiones en los sótanos lúgubres del espíritu. Y a los hombres que ejercitan el cuerpo mientras se les enflaquece la inteligencia, prometeos transgénicos encadenados al haz de sus propios músculos.
Pero brindaré por todos los infelices, quienes lo son y quienes así se consideran, ciegos a las infinitas posibilidades de luz y de rutas. Sean todos agraciados con la embriaguez de la alegría divina y se abran al Dios que los habita y al amor que, como fuente cristalina, jamás le niega agua a quien está sediento, reverencia el milagro de la vida y aprende a embriagarse de alteridad.
Esta Navidad no contabilizaré las pérdidas del año viejo, ni recogeré piedras en mis alforjas. Coleccionare afectos, y permitiré que las orugas se transformen en mariposas. Callaré las palabras sin raíces en el corazón.
Seré evasivo con las bordadoras de emociones que se ganan la vida deshilando intrigas y agujereando la buena fama ajena. Y con los escépticos desprovistos de horizontes, echados de bruces sobre su propia ceguera para contemplar abismos.
No seguiré los pasos de quienes ocultan albricias, de los mancos de bondad, de los ciegos de utopías, de los ebrios de ambiciones y de los medrosos ante la osadía de vivir. Ni de los que profieren palabras furtivas, susurran mentiras, sueñan con elefantes de papel e intentan huir de su propia sombra.
No me reflejaré en quienes rodean sus almas con alambre de púas, abren con hoces sus caminos en la vida y, aun así, no saben qué rumbo tomar; trazan laberintos en sus mapas imaginarios, adornan la vida con ramilletes de improperios y rasgan el vientre del agua con las rocas adormecidas en el lecho de sus pesadillas.
Esta Navidad rasgaré la escafandra de mis temores para revestirme de soleadas primicias, desarrollaré la subjetividad rompiendo la cascara del ego para dejar nacer al hombre nuevo, y alabaré a los artífices de la paz que, entre conflictos, exhalan suavidad, no laceran con la lengua la fama ajena ni naufragan en sus propias heridas. Y a los emotivos que dejan escapárseles de las manos las riendas de la paciencia y nunca abandonan las espuelas de la ansiedad.
Abrazaré a los que tejen con la mirada el perfil del alma, y en el silencio de los toques curan la piel de toda aspereza. Y besaré a los amantes devorados por el ritmo incesante del trabajo, carentes de caricias, que postergan para el futuro el presente que nunca se dan. Seré portador del huevo de las promesas, sin que la ilusión lo rompa, y, crédulo, me hincaré de rodillas ante el misterio divino. Identificaré los trillos aventureros de la vida mapeados en la geografía de mi piel, y no me avergonzaré de la topografía disforme de mi cuerpo.
Bailaré sin sentir pudor por abrazar al niño que llevo dentro de mí, amarraré mi asno a la sombra de la sabiduría y jamás cambiaré la felicidad por una arroba de maíz que, vista a la distancia, parece estar hecha de pepitas de oro.
Abriré caminos con mis pasos y cultivaré en mis jardines la rosa de los vientos. Y les daré la bienvenida a quienes atrapan mariposas al amanecer y saben que la belleza es hija del silencio.
rmh/fb
*Escritor brasileño y fraile dominico, conocido teólogo de la liberación. Educador popular y autor de varios libros
(Tomado de Firmas Selectas)