Si colores tuvieran aromas, entonces el vaticinio huele azurri (azul) por esa combinación casi perfecta que ha logrado Roberto Mancini de veteranos y jóvenes talentos, para nada apegados al antiguo sistema defensivo del catenaccio.
Hermética la línea zaguera con los veteranos Bonucci y Chiellini en el control, el buen portero Donnarumma, la brújula en el mediocampo, el italo-brasileño Jorginho, y luego los jóvenes Locatelli, Barella, Chiesa, y el experimentado Inmobile en ataque.
Dudas por la lesión del ascendente defensor Spinazzola, y un grupo de jugadores capaces de inquietar en el ataque, como Verrati, Belotti y hasta el propio Di Lorenzo.
España no es segundo de nadie en estos momentos, y la mejor prueba es su llegada a semifinales. Acumula dos prórrogas consecutivas (Croacia y Suiza) y un juego que a ratos brilla y en ocasiones se desconcierta.
En estadio londinense de Wembley, el técnico Luis Enrique, que no ha repetido alineación en todo el torneo, redoblará su apuesta a quien se antoja una suerte de figura fetiche, Alvaro Morata, con la esperanza de que Busquets, Koke y Pedri generen ocasiones desde el mediocampo.
Necesita más precisión de Dani Olmo, Ferrán, Sarabia o Gerard Moreno, porque Italia, lo ha demostrado, no perdonará
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