Plato fuerte en el estadio londinense de Wembley con dos tipos de menús, jamones y chorizos ibéricos, frente a pastas y pizzas azurri. Partido semifinal del torneo continental, España versus Italia, ambos necesitados de gloria deportiva.
Viene bien después de la tempestad Covid-19, una tormenta que no ha terminado, pero al menos predomina la tregua que ofrece la actividad atlética, ahora con Eurocopa y Copa América, y muy pronto, los Juegos Olímpicos de Tokio.
Ya hay dos parques de esta capital listos para recibir público en la transmisión del duelo entre la Squadra Azurra y la Furia Roja. Luego no hace falta mucho esfuerzo para que se llenen las terrazas, bares y restaurantes.
A primera vista, el favorito es Italia, que apenas sufrió un poco frente a Austria, al que se impuso en prórroga 2-1, y se mostró dominante contra el espinoso Bélgica.
Roberto Mancini le ha cambiado la cara a la tradición italiana ultradefensiva. No obstante, conserva una hermética la línea zaguera con los veteranos Bonucci y Chiellini, el buen portero Donnarumma, y la brújula en el mediocampo con el ítalo-brasileño Jorginho.
Luego, destacan los jóvenes Locatelli, Barella, Chiesa, y el experimentado Inmobile en ataque, y por supuesto el incombustible Insigne, así como Verrati, Belotti y hasta el propio Di Lorenzo, para concretar un elenco muy completo.
A España no le faltan nombres, tal vez menos mediáticos, pero sí talentosos. El problema es que el técnico Luis Enrique Martínez no ha encontrado una fórmula de estabilidad en el juego, aunque al final se impuso la entrega.
Apostará sin dudas a su figura fetiche, Álvaro Morata, con la esperanza de que Busquets, Koke y Pedri generen ocasiones desde el mediocampo, y la defensa se plante sólida. Olmo, Ferrán, Sarabia o Gerard Moreno, son las esperanzas españolas.
Desde el triplete histórico (Eurocopas de 2008 y 2012 y en el medio, el Mundial de Sudáfrica 2010), España anda a la caza de un momento de resurgimiento en el balompié.
¿Será en 2021?
jha/ft