Estos ataques, señaló la funcionaria, dieron un nuevo testimonio al mundo de la «naturaleza agresiva de las políticas de Estados Unidos en Oriente Próximo y el completo desprecio de las normas del derecho internacional por parte de Washington».
Rusia está trabajando para lograr un «examen urgente de esta situación en el Consejo de Seguridad de la ONU», remarcó Zajárova, quien agregó que los ataques aéreos están orientados a un «mayor agravamiento del conflicto».
«Atacando últimamente casi sin pausas los supuestos objetivos de grupos proiraníes en Iraq y Siria, Estados Unidos está tratando deliberadamente de arrastrar al conflicto a los principales países de la región», denunció la portavoz.
En la noche del 2 al 3 de febrero, Estados Unidos lanzó masivos bombardeos aéreos en Iraq y Siria contra 85 objetivos que calificó como vinculados a los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica iraní y fuerzas asociadas.
Washington afirmó que se trata de represalias por el ataque a la base militar estadounidense en Jordania. Según el Ejército estadounidense, entre los objetivos alcanzados se encuentran puestos de mando, centros de inteligencia, así como instalaciones de almacenamiento de misiles y drones.
El gobierno de Iraq, por su parte, denunció al menos 16 muertos y 25 heridos tras los bombardeos estadounidenses. También describió como mentira la declaración de Washington sobre el aviso de las autoridades de Iraq de los ataques.
En Siria, el Ministerio de Defensa también reportó varios muertos y heridos tras la ofensiva, sin precisar números exactos.
Tres soldados estadounidenses murieron y más de 40 resultaron heridos en un ataque el pasado 28 de enero, con un dron en la base militar que tiene el ejército del país norteamericano en la región noreste de Jordania, cerca de la frontera con Siria.
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, responsabilizó de lo ocurrido a grupos armados respaldados por Irán, aunque sin entrar en detalles al respecto, y aseguró que su Gobierno está reuniendo evidencias sobre el ataque.
El Gobierno de Irán, por su parte, negó cualquier vínculo con el hecho. Teherán y Damasco denunciaron que registraron pérdidas mortales y graves daños materiales.
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