La pérdida del académico, político y periodista de 69 años truncó la trayectoria de quien logró consensos entre los movimientos de izquierda e incluso acercó posiciones aparentemente irreconciliables dentro de las filas de los nacionalistas panameños, a juicio de cercanos colaboradores.
Su pensamiento radical puso siempre un muro divisorio con principios no negociables, pero el éxito principal radicó en la capacidad de conducir diálogos por la senda de los objetivos que unen posturas a favor del país y postergar aquellas tendientes a distanciar o crear obstáculos.
‘Tenemos que conocernos y reconocernos más’, dijo en una ocasión cuando un foro de patriotas intentó crear las bases para unificar la lucha con el colimador puesto en los sectores más vulnerables de la sociedad.
‘Yo no era un hombre pacífico, a mí me pacificaron’, expresó a Prensa Latina, con su habitual jocosidad, porque en ese concepto pretendía sintetizar una vida rebelde desde las filas del estudiantado, enfrentado a gritos y piedras con las autoridades de turno, en la batalla por lograr la devolución de la Zona del Canal.
En aquel entonces, su concepto ‘gorila’ era extensivo a cualquier militar estadounidense o istmeño, incluidos aquellos que el 11 de octubre de 1968 dieron un golpe de Estado, encabezados por el mayor Boris Martínez y otros dos altos oficiales, con el apoyo del entonces teniente coronel Omar Torrijos Herrera.
Por eso el recelo cuando fue invitado por líderes estudiantiles a conversar con Torrijos, ya al frente del país, sobre algunos planes para ayudar a sectores populares.
‘¿Hablar con ese gorila?’, respondió según confesiones a Prensa Latina, cuando contaba cómo se hizo ‘torrijista’.
El intransigente joven comprendió el proyecto de reconstrucción que proponía aquel militar de ‘otro tipo’ y se sumó a los seguidores del general, a quien asumió desde ese momento como su líder y después del asesinato de Torrijos, continuó desde el Partido Revolucionario Democrático, creado por él, la obra aún inconclusa.
La invasión de Estados Unidos a Panamá, en diciembre de 1989, lo obligó a tomar las armas para disparar a la soldadesca invasora e incluso hasta participó en un conato de organizar una guerrilla rural, pero salvar la vida lo llevó al exilio.
Su otra gran pasión fueron las aulas universitarias y desde la Facultad de Administración Pública de la Universidad de Panamá formó generaciones, a quienes además del conocimiento académico, les inculcó el amor por la Patria, porque a decir de él mismo: ‘yo soy un político’.
En junio pasado llegó la cúspide del reconocimiento en esa rama, cuando lo eligieron director del Instituto Centroamericano de Administración Pública, cargo que ocupaba en el momento de su deceso.
Sus exequias constituyeron un acontecimiento del que se hicieron eco las principales figuras e instituciones de gobiernos centroamericanos, organizaciones académicas, sociales, políticas, diplomáticos y junto a la numerosa familia, los compañeros de lucha resaltaron la obra de su vida.
‘Constructor de sueños’, lo calificó un editorial de Bayano Digital, medio que en los últimos años conoció de la ingeniosidad de su pluma, e incluso, de una fina sátira política a través de los personajes de ficción ‘Nancy y Tobitín’, quienes lloran hoy la muerte de su creador, el Tío Bayano.
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