En cualquier caso, ya es un logro sobrevivir a décadas de guerra, la ocupación de una alianza internacional liderada por Estados Unidos y la pandemia de la Covid-19.
Insuficiente apoyo estatal, a causa de luchas internas, y preparación virtual por la imposibilidad de que sus entrenadores estén presentes, no impidió a la pequeña misión deportiva llegar a Japón con esfuerzos propios.
Hasta noviembre pasado, estuvo en duda la presencia iraquí en el festival bajo los cinco aros ante la ausencia de un Comité Olímpico Nacional.
Casi dos años de batalla para controlar el presupuesto de 25 millones de dólares de esa institución olímpica, condenaron al ostracismo a la nación árabe y privaron a sus representantes de estipendios para entrenarse e intervenir en topes internacionales.
Pese a esos obstáculos, dos competidores obtuvieron el boleto por derecho propio, el remero Mohammed Ryadh, de 27 años de edad, y la velocista de 35 Dana Hussein, quien marcó 22.51 y ganó los 200 metros planos en el campeonato panárabe de atletismo celebrado en junio pasado en Marruecos.
Los restantes dos, la corredora de 400 metros planos Taha Hussein y la tiradora Fátima Abbas, ganaron su espacio por comodines después de acercarse a los registros mínimos de clasificación.
El cuarteto constituye el equipo más pequeño desde el debut de Iraq en la fiesta de Londres en 1948.
La nación árabe solo ganó una medalla olímpica, una plata en halterofilia en Roma en 1960, y los vaticinios, de acuerdo con los expertos, dan cuenta de que así quedará el acumulado al término de Tokio-2020.
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