Por añadidura, escribe, lo que el Gobierno de Estados Unidos llama embargo -y que está codificado en diversas leyes y órdenes ejecutivas de la superpotencia- afecta a innumerables empresas de todo el mundo y hasta a compañías estadounidenses que querrían invertir y hacer negocios en la isla.
Menciona, asimismo, que durante la administración de Barack Obama -en la que Joe Biden fungió como vicepresidente- las relaciones entre Washington y La Habana experimentaron una marcada distensión, restablecieron relaciones diplomáticas formales y algunas de las disposiciones del bloqueo quedaron sin efecto.
En contraste, recuerda, el sucesor de Obama, Donald Trump, no sólo revirtió esa distensión, sino que reforzó el bloqueo con 243 medidas hostiles adicionales que causaron un perjuicio de unos 5 mil millones de dólares a la de por sí alicaída economía de la nación caribeña.
De manera inopinada, añade, Biden ha decidido seguir la línea de su predecesor republicano en lo que a Cuba se refiere, a pesar de que el empecinarse en esa agresividad injustificada es moral, política y económicamente desastroso, no sólo para Cuba sino hasta para el propio Gobierno estadounidense.
Expresión de ello, asegura el diario, fue la manifestación de cientos de personas que realizaron una caminata desde Miami hasta Washington para exigir, en nombre de cubanos residentes en Estados Unidos, el cese del bloqueo, derribando así el mito de que en la comunidad cubano-estadounidense existe un respaldo unánime a la hostilidad oficial en contra de la isla.
Recuerda las últimas declaraciones del presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, contra el bloque a Cuba y la propuesta de considerarla Patrimonio de la Humanidad por su hazaña d resistir el embate de Estados Unidos, y señala que esa insistencia no es una ocurrencia ni un exabrupto, sino expresión de un sentimiento casi universal de rechazo al bloqueo.
Asegura La Jornada que es también un sincero llamado a la reflexión para el Gobierno de Biden. Cabe esperar que en la Casa Blanca exista receptividad para entender lo insostenible de una agresión que se inició en los años 60 del siglo pasado y que ya no tiene asidero alguno en el mundo contemporáneo, concluye el editorial.
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