A pesar de que no hay pruebas aceptables que la sustenten, esa narrativa sobrevive gracias a un uso sesgado de la ciencia, y se convirtió en casi oficial por la acción de medios de comunicación y algunos políticos, destacó en conferencia de prensa el doctor en Ciencias Mitchell Valdés-Sosa, director general del Centro de Neurociencias.
El experto detalló que en principio existen diferencias significativas entre los casos reportados hasta el momento, por lo que es imposible calificar como un supuesto ‘síndrome misterioso’ a manifestaciones tan heterogéneas.
Así lo refiere un informe elaborado por especialistas de la Academia de Ciencias de Cuba (ACC), divulgado este lunes, donde se impugnan los argumentos que tratan de sustentar la hipótesis de supuestos ataques con misteriosas armas de energía.
Ninguna forma de energía conocida puede causar selectivamente daños cerebrales con una precisión similar a un haz de láser, señala ese estudio y precisa que las leyes de la física que rigen el sonido, los ultrasonidos, los infrasonidos o las ondas de radiofrecuencia (incluidas las microondas) no lo permiten.
Expertos estadounidenses e internacionales coinciden en esas apreciaciones, comentó Valdés-Sosa, y añadió que resulta imposible provocar tales afecciones sin que otras personas puedan notarlo o sin perturbar los dispositivos electrónicos o causar otras lesiones, como la rotura de los tímpanos o las quemaduras en la piel.
A ello se suma que ni las investigaciones de campo realizadas por los especialistas cubanos, ni las indagaciones de la Policía Nacional Revolucionaria, el Buró Federal de Investigaciones de Estados Unidos, y la Real Policía Montada de Canadá descubrieron pruebas de ‘ataques’.
El experto refirió que el grupo de especialistas cubanos efectuó discusiones a distancia con científicos de varios países, incluidos investigadores estadounidenses.
Entre ellos destacó la participación de Kenneth Foster, profesor de bioingeniería de la Universidad de Pensilvania y un estudioso de las microondas, quien realizó cálculos de la cantidad de energía que es necesaria para dañar el cerebro, o cómo se puede producir, y según esos números no es factible tal hipótesis.
‘La ACC está dispuesta a revisar sus conclusiones si surgen nuevas pruebas’, afirmó Valdés-Sosa, e invitó a una colaboración científica abierta, en tanto rechazó como verdad establecida la actual narrativa construida sin bases sólidas.
Nos solidarizamos con los diplomáticos afectados y sus familias, sostuvo e insistió en que es éticamente imperativo disipar las teorías de conspiración descabelladas.
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