Así lo confirmó al diario Juventud Rebelde el teniente coronel Roberto Hernández, de la Dirección General de Investigación Criminal del Minint, quien desde un inicio estuvo en el grupo designado para esclarecer los hechos.
Según el oficial tras la denuncia en 2017, el Estado inició una investigación exhaustiva, designó un grupo de trabajo permanente y fue abierto el expediente investigativo por un posible delito de Actos contra los Jefes y Representantes Diplomáticos de Estados Extranjeros.
En opinión del experto, no hay evidencias que sostengan la ocurrencia de un hecho criminal, tampoco se pudo asociar los padecimientos referidos con un ataque sónico, de microondas o con otra acción deliberada contra los representantes norteños.
‘Tampoco se encontró ningún elemento que apunte a un supuesto autor o sospechoso ni a personas con motivos, intenciones o medios para ejecutar ese tipo de acciones’, señaló.
Además, Hernández recordó que las pesquisas de las autoridades policiales y científicas de Estados Unidos y Canadá no lograron explicar de manera concluyente los síntomas descritos por sus funcionarios.
‘A pesar de que las autoridades cubanas propusieron desde un inicio desarrollar esta investigación en el marco de la cooperación, no fue hasta junio de 2017 (cuatro meses después del supuesto ataque) que una delegación del Buró Federal de Investigaciones viajó a Cuba para realizar acciones investigativas’, enfatizó.
El teniente coronel aseguró que la parte cubana no pudo entrevistar directamente a los funcionarios que habían reportado incidentes anómalos, ni ir a los lugares donde supuestamente habían ocurrido.
‘La investigación tuvo que organizarse sobre la base de supuestos, con informaciones parciales entregadas de manera indirecta por la parte estadounidense’, refirió.
Según el oficial, en los primeros días el funcionario estadounidense a cargo de la seguridad de la embajada de Estados Unidos desconocía que se habían producido estos incidentes de salud.
El experto mencionó otras incongruencias en los reportes de los diplomáticos en cuanto a los síntomas descritos y el hecho de que supuestamente solo afectaron a personas específicas entre una multitud.
‘Hicimos mediciones de conjunto con un equipo del FBI, buscamos huellas y no apareció nada; se identificaron los huéspedes alojados en las habitaciones colindantes en esos días; ningún otro cliente o empleado sintió ruidos o síntomas semejantes’, puntualizó.
Hernández ratificó que no se encontraron evidencias de exposición a fuentes de energía en los hoteles, las residencias o entre los vecinos.
Para el especialista, resulta sospechoso que en esos días estos diplomáticos recibieran gran cantidad de amigos y familiares, a la vez que visitaban lugares recreativos.
‘En 2018, a partir de un protocolo de trabajo conjunto, los canadienses instalaron sensores para registrar eventos diversos, y todavía no ha aparecido el primer reporte de un hecho que afecte la salud’, agregó.
El experto reiteró que más de cuatro años después no hay ni una evidencia de agresión a diplomáticos en La Habana, ‘basta con las pruebas reveladas, que no son las únicas disponibles, para confirmarlo’.
Según el teniente coronel, las autoridades cubanas no rechazan que pudieran existir personas enfermas o con síntomas similares a los descritos por lo que siempre han propuesto investigar de conjunto por la vía de la ciencia y la medicina.
Pero es ‘infundado e irresponsable aseverar y repetir a toda voz, como lo han hecho funcionarios y políticos estadounidenses, que sus diplomáticos están siendo objeto de algún tipo de agresión’.
Estas conclusiones reafirman la teoría de la Academia de Ciencias de Cuba que describió como ‘síndrome misterioso’ y científicamente inaceptable, la narrativa que el Gobierno norteamericano utilizó para cerrar los servicios consulares y retirar gran parte de sus trabajadores aquí durante la administración de Donald Trump (2017-2021).
mgt/idm