Trump propuso el uso del Ejército para frenar las masivas movilizaciones por el asesinato a manos de la policía del ciudadano afroamericano George Floyd el pasado 25 de mayo en Minneapolis, algo que se encontró con una amplia oposición, incluida la del propio Pentágono.
Esper rechazó apoyar el uso de militares para frenar la convulsión social, con lo cual tomó distancia del mandatario republicano, quien pidió mano dura a los gobernadores.
Además, amenazó que «si una ciudad o estado se niega a tomar las medidas necesarias para defender la vida y la propiedad de sus residentes, entonces desplegaré al Ejército de Estados Unidos y resolveré rápidamente el problema por ellos».
Con ese planteamiento, Trump invocó la Ley de Insurrección de 1807 que le permitiría desplegar a las fuerzas militares para aplacar las protestas, que devinieron en algunas jornadas violentas.
Los militares –advirtió el jefe del Pentágono- solo deberían usarse en un papel de aplicación de la ley como último recurso y solo en las situaciones más urgentes y graves. “No estamos en una de esas situaciones ahora. No apoyo la invocación de la Ley de Insurrección”.
De acuerdo con registros históricos, la ley fue invocada por última vez en 1992 durante la marea de indignación y disturbios que generó la brutal paliza propinada por la policía al también afroamericano Rodney King en Los Ángeles.
Más de mil 600 soldados fueron desplegados en esta capital, donde se encuentran en máxima alerta, a raíz de las movilizaciones.
Las críticas de exlíderes militares del gobierno tampoco se hicieron esperar. El exsecretario de Defensa James Mattis condenó el uso del Ejército y tildó la respuesta de Trump a la situación como un «abuso de autoridad».
Mattis, quien renunció al cargo en 2018 por sus diferencias con Trump, expresó que en realidad nunca soñó que las tropas recibirían “bajo ninguna circunstancia la orden de violar los derechos constitucionales de sus conciudadanos» y consideró que «militarizar nuestra respuesta, como vimos en Washington D.C., crea un conflicto entre la sociedad militar y civil».
«Donald Trump es el primer presidente en mi vida que no intenta unir al pueblo estadounidense, ni siquiera pretende hacerlo. En lugar de eso trata de dividirnos», afirmó Mattis en declaraciones a la revista Atlantic.
Antes el almirante Michael Mullen, exjefe del Estado Mayor Conjunto (2007-2011), consideró que en el país están en un punto de inflexión, y los acontecimientos de las últimas semanas hacen imposible permanecer callado.
Mullen opinó que a pesar de todo confiaba en la profesionalidad de los militares estadounidenses, pero no «en la solidez de las órdenes que les dará este comandante en jefe (Trump)». Tampoco está convencido de que la situación en las calles alcanzara «un nivel que justifique una gran dependencia de los militares».
En medio «de la carnicería que estamos presenciando, debemos esforzarnos por ver las ciudades y comunidades como nuestros hogares y nuestros vecindarios y no como campos de batalla», sentenció el exalto oficial.
Toques de queda, gas lacrimógeno, balas de goma, casi 10 mil personas detenidas y al menos nueve muertos en incidentes violentos dibujan el escenario de protestas que vive Estados Unidos desde el 26 de mayo.
Activistas advierten aquí que la gente salió a las calles desafiando a la pandemia de la Covid-19 porque más allá de una protesta contra el racismo y el abuso policial, se trata de una catarsis de millones de ciudadanos ante la frustración en una sociedad muy desigual.
Mientras, el ocupante de la Oficina Oval escribió en Twitter «Ley y Orden», escueto mensaje que ganó múltiples respuestas de los usuarios de la propia red social.
La vida de los negros cuenta, deja de gasear a americanos inocentes, Donald Trump es el peor presidente de la historia y la definición de ‘Ley y Orden’ es la misma que la de Hitler, pudo leerse.
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