Catalogada por muchos como una progresista por la fuerza de sus letras, Mistral desafío los preceptos de una época convulsa y fue parte de un movimiento de opinión pública en el continente que derivó en la entrega de su galardón por parte de la Academia Sueca.
El camino no fue fácil para una autora de poesía que, además, apenas contaba con publicaciones traducidas al inglés o francés y mucho menos al sueco, requisitos prioritarios que debía cumplir el literato postulante.
La irrupción de la segunda guerra mundial fue otra de las vallas altas que debió cruzar Mistral y, a fuerza del empeño y el apoyo de muchas instituciones y personalidades, no segó a la candidatura que vio la adjudicación en 1945.
El Palacio de la Filarmónica de Estocolmo acogió la ceremonia que contó con más de tres mil invitados entre quienes figuraban los miembros de la familia real y el cuerpo diplomático y el premio lo entregó el entonces rey Gustavo V.
Un día las lágrimas de una madre hicieron que toda una lengua desdeñada por la gran sociedad reencontrara su nobleza y conquistara la gloria por el poder de la poesía, expresó el doctor en letras Hjalmar Gullberg sobre la escritora.
En tanto, la propia premiada recordó en sus palabras de agradecimiento el espíritu universal de Alfredo Nobel, de quien dijo, seguramente estaría orgulloso de incluir “el hemisferio sur del Continente Americano tan poco y tan mal conocido”.
Por una venturanza que me sobrepasa, soy en este momento la voz directa de los poetas de mi raza y la indirecta de las muy nobles lenguas española y portuguesa. Ambas se alegran de haber sido invitadas al convivio de la vida nórdica, toda ella asistida por su folclor y su poesía milenarios.
Así, la Mistral nacida en una familia de recursos modestos el 7 de abril de 1889, que asumió por seudónimo a Lucila Godoy Alcayaga, devino desde los versos en una luchadora por los derechos de una educación pública.
Nombrada como poeta de la maternidad y de su tierra chilena y latinoamericana, su imaginario se extendió entre los pueblos de América del Sur como una leyenda y modelo feminista de una primera generación poética aún latente.
La escritora, que falleciera el 10 de enero de 1957, sobresalió por su labor política como cónsul en varias ciudades de Europa y América y recorrió y conmovió al mundo con su poesía siendo mentora, incluso, de otros brillantes colegas como Octavio Paz y Pablo Neruda.
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