En un discurso ante el cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, el sumo pontífice indicó que la epidemia sacó a relucir los peligros y consecuencias de un modo de vida dominado por el egoísmo y la cultura del descarte.
Al referirse a la crisis sanitaria, reiteró su llamado a que cada persona cuente con la atención y asistencia necesarias para lo cual, apuntó ‘es indispensable que quienes tengan responsabilidades políticas y de gobierno se ocupen de favorecer, sobre todo, el acceso universal a la asistencia sanitaria de base’.
Respecto al ambiente, destacó la crisis ecológica causada por la explotación indiscriminada de los recursos naturales, la cual tiene ‘una dimensión mucho más compleja y permanente’ la cual requiere soluciones compartidas a largo plazo.
Por otra parte, el papa apuntó que la epidemia evidenció ‘otra enfermedad que golpea a nuestro tiempo’, una economía basada en la explotación y el descarte de las personas y los recursos naturales.
La crisis actual –precisó- es entonces la ocasión propicia para repensar la relación entre la persona y la economía, pues ‘se necesita una suerte de nueva revolución copernicana que recoloque la economía al servicio del hombre y no viceversa’.
A continuación, el pontífice reflexionó sobre la ‘crisis de la política’ y en ese sentido señaló el aumento de contraposiciones y dificultades, ‘sino más bien incapacidades’, para hallar soluciones comunes y compartidas a los problemas que afligen al planeta.
Lamentó que la crisis de la política y de los valores democráticos repercuta también a nivel internacional con afectaciones sobre el sistema multilateral y evidentes consecuencias para la eficacia de organizaciones creadas para favorecer la paz y el desarrollo sobre la base del derecho y no de la ley del más fuerte.
El papa abogó por la paz en varios lugares, como el conflicto palestino-israelí, la estabilidad de El Líbano, la crisis en Libia, las tensiones políticas y sociales en la República Centroafricana y América Latina, con raíces ‘en las profundas desigualdades, injusticias y pobreza que ofenden la dignidad de las personas’.
Asimismo censuró el terrorismo, en particular en África subsahariana, Asia y Europa, y dedicó su pensamiento a las víctimas y familiares que perdieron seres queridos ‘por una violencia ciega, motivada por distorsiones ideológicas de la religión’.
Por último, instó a reaccionar, por el bien de las fueras generaciones y toda la sociedad, ante lo que calificó de ‘catástrofe educativa’ y al respecto recordó lo expresado anteriormente por él sobre la necesidad ‘de una nueva estación de compromiso educativo que involucre a todos los componentes de la sociedad’.
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