Tras azarosas faenas entre las arenas del Valle de los Reyes, en Luxor, cuando otros ya habían desistido de búsquedas allí, el dibujante y explorador británico Haward Carter halló con la ayuda de trabajadores locales el sepulcro del faraón niño, fallecido a temprana edad.
Rodeado de millares de objetos de oro y protegido por varias criptas, yacía el hijo de Akenatón quien junto a la enigmática Nefertiti impuso la veneración a un único dios en la distante Amarna, en contradicción con el politeísmo tradicional.
Estoy terminando una ópera para él, con la colaboración de artistas italianos, será nuestro homenaje en el centenario del hallazgo de su tumba, declaró a Prensa Latina Hawass dentro de una tienda de campaña en la necrópolis de Saqqara, donde lidera investigaciones en los alrededores de la pirámide de Teti I.
El incansable investigador adelantó que a la par dirige excavaciones en las inmediaciones de la sepultura de Tutankamón, identificada como la KV62 para diferenciarla de las restantes situadas en esos predios.
En años previos Hawass comenzó pesquisas a fin de determinar la causa del inesperado deceso del faraón, posiblemente el más conocido de todos pese a que gobernó durante menos de una década.
Fueron necesarios ocho años para vaciar su tumba y trasladar al Museo Egipcio de El Cairo todos los objetos encontrados en su interior, debido al meticuloso método empleado por Carter y a la cantidad de piezas conservadas en las profundidades, que superan la cifra de cinco mil.
Muchas de ellas son de oro macizo, como la máscara funeraria del rey (1342–1325 a.n.e).
A pesar de la creencia ampliamente difundida otrora entre los egipcios de que una fatalidad rondaría a aquellos que osasen interrumpir el sueño eterno del monarca, Carter siguió sus instintos hasta que consiguió localizar el recinto funerario bajo los restos de las viviendas de los trabajadores de la época ramésida, lo que lo salvó de los saqueos de ese período.
Pese a que negó haber visto una maldición escrita en las paredes del lugar, algunas versiones defienden la existencia de un texto con la advertencia de que ‘la muerte golpearía con su miedo a quien perturbase el descanso del faraón’.
No obstante los malos presagios las pertenencias de Tutankamón han estado expuestas por décadas, a la vista de millones de turistas y lugareños en el céntrico museo de antigüedades de la cairota Plaza Tahrir, sin olvidar que parte de su colección recorrió capitales del mundo, París entre las más recientes.
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