La llegada al mundo de 10 millones de bebés durante 2020 encendió las alarmas aquí y observadores lo interpretan como el cruce de la línea roja, porque acentuó el declive demográfico y la caída por cuarto año consecutivo en la tasa de natalidad.
Según cálculos preliminares del ministerio de Seguridad Pública, los alumbramientos decrecieron 15 por ciento, o sea, 1,79 millones menos respecto a 2019; pero además continuó el desbalance en el sexo, pues el 52,7 por ciento de los neonatos fueron varones.
Tras conocerse los datos, proliferan los análisis, artículos de opinión y la discusión en las redes sociales sobre la raíz y aristas de un problema, que se pensó tendría solución cuando en 2016 el Gobierno abolió la política del hijo único y permitió a las parejas tener otro más.
En ese contexto, la Comisión Nacional de Salud informó que examinaba la propuesta de erradicar por completo la ley en provincias del noreste (Heilongjiang, Liaoning y Jilin) y dejar que los matrimonios concibieran la cantidad deseada de descendientes.
Pero la noticia generó tanto revuelo y hasta especulaciones sobre una posible extensión de la experiencia a más partes de China, que la Comisión emitió un comunicado para esclarecer su verdadero objetivo y alcance.
De acuerdo con dicha entidad, todavía estudia en detalle la iniciativa e implementarla requiere de investigaciones en el terreno sobre el impacto en el crecimiento económico, la armonía social y la estabilidad de las zonas en cuestión.
Descartó la inminencia de la medida en el noreste y su posterior aplicación al resto del país, al acotar que por sí sola no resolverá el declive de la población porque es un problema con múltiples factores.
Y en efecto, pesquisas oficiales revelan una reducción en el número de parejas dispuestas a ampliar la prole, pese a iniciativas del Gobierno para dar mayor acceso a servicios de cuidado y educación infantil, y las campañas sobre la necesidad de incrementar los partos.
Por lo general, los matrimonios mencionan los altos costos que implican mantener a un bebé y los precios de las viviendas, escuelas y la salud.
A esas preocupaciones las mujeres suman la carencia de respaldo familiar y los posibles obstáculos profesionales, cuando desestiman una nueva gestación.
De manera colateral, las proyecciones apuntan a una baja de hasta 40 millones de las féminas en edad fértil (de 20 a 39 años) a lo largo de esta década.
No menos importante son las tendencias de los jóvenes que rompen con costumbres de antaño, posponen las nupcias y la decisión de ser padres hasta edades tardías, porque piensan más en sí mismos, desean vivir experiencias y tener solvencia propia.
Un ejemplo del alejamiento de las tradiciones son los viajes al exterior o seguir en el sitio de trabajo durante el Año Nuevo Lunar en vez de volver al hogar natal, para escapar de citas a ciegas y preguntas sobre salarios, planes de contraer matrimonio o tener hijos que dominan las conversaciones con los mayores.
Gran parte de la juventud china confiesa sentirse agobiada por la presión familiar y social en temas, que ni siquiera son la prioridad inmediata en sus vidas.
Ello redundó en un alza de hasta 200 millones en el número de solteros y el creciente desinterés en las nupcias.
Con este panorama de fondo, crece el llamado a solucionar muchos de los factores que desestimulan la procreación e impiden afrontar con eficacia los retos en el orden sociopolítico y económico desprendidos del envejecimiento poblacional.
Un editorial del diario China insistió en la necesidad de revertir pronto el desplome en la tasa de fecundidad y alertó que desde 2012 la fuerza laboral perdió al menos 30 millones de trabajadores.
‘Los decisores deben reconocer la urgencia del asunto (…) pues de lo contrario los desafíos en el declive poblacional serán más graves’, acotó, al citar las dificultades en seguridad social que implican para China la baja natalidad y ser hogar de al menos 240 millones de personas mayores de 60 años de edad
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