De acuerdo con las autoridades de salud, en las últimas 24 horas se confirmaron siete mil 706 nuevos contagiados y 131 decesos, indicadores considerados aún muy altos por especialistas, pese a que son los inferiores de los últimos días.
El 21 de febrero se dispararon todas las alarmas cuando de las pruebas realizadas se detectaron 13 mil 401 positivos y se conoció la muerte de 462 pacientes en un día, y después se produjo un bajón hasta el 8 de marzo, con dos mil 696 infectados y 115 defunciones.
Empero, una nueva explosión se confirmó el día 13, con nueve mil 444 nuevos contagiados y 163 muertes y ayer fueron ocho mil 883 y 162, respectivamente.
Si bien el panorama es tenso y se resiente la atención médica por esta avalancha, los analistas consideran que hubiera podido ser mucho peor a no ser por la decisión del gobierno de acceder a las vacunas Sputnik V (Rusia) y Sinopharm (China), ante la ausencia de los suministros de la Unión Europea (UE).
El primer ministro, Viktor Orban, en comparecencia radial, consideró que el proceso de acceso a los fármacos autorizados por el bloque comunitario fue estropeado por sus propias decisiones y Hungría estaría hoy en un gran problema si no hubiera adquirido lo que denominó las vacunas del este.
Sobre la situación actual, el infectólogo principal del hospital central de Pest del Sur, János Szlávik, afirmó que la expansión del virus en esta tercera ola es mucho más veloz que en las dos anteriores y cualquier vaticinio de cuándo cederá es hoy por hoy incierto.
Remarcó que la mayoría de los nuevos casos de ahora son de la cepa procedente del Reino Unido, con afectaciones mucho más severas que las diagnosticadas en las dos primeras olas y la agravante de que incluso se reportan bebés infectados.
En opinión del doctor Tamás Svéd, secretario de la Cámara Médica de Hungría, el sistema de salud nacional está tocando el límite de sus capacidades en estos días y añadió que, incluso cuando se dispone de camas y respiradores, no hay suficiente personal.
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