Este polo turístico, el mayor y más importante de su tipo en Cuba, dispone de 20 kilómetros de playa en la península de Hicacos, al norte de la occidental provincia de Matanzas, y el control de este bello paraje es responsabilidad del Centro de Servicios Ambientales del territorio (CSAM).
Katia González, directora del CSAM, comentó a Prensa Latina que la ribera varaderense ha ganado en calidad ambiental con un crecimiento del área de sol, para beneficio de los bañistas, y otro complemento importante: el paisaje de la zona costera.
‘Al ser un ecosistema frágil y vulnerable, se ha beneficiado el entorno al recibir mucha menor cantidad de desechos sólidos lo cual aporta una mejor salud y preservación del área’, indicó González.
La especialista precisó que el CSAM mantiene constantes medidas de control y chequeo tanto del agua marina como de la vegetación nativa.
Recordó que Varadero acogió un número de vacacionistas mucho menor de lo habitual en el 2020 e inicios del presente año debido a la Covid-19, lo que unido a la ausencia de fenómenos meteorológicos extremos ha posibilitado la restauración del ecosistema.
‘El hecho de una menor cantidad de turistas permitió que el entorno tuviera un positivo nivel de recuperación, tanto el follaje, que ha crecido, como la geomorfología’, amplió la directiva del CSAM.
El ente asesoró -dijo- a empleados de los hoteles y otro personal turístico sobre buenas prácticas en el uso de la playa, y acerca de medidas higiénico-sanitarias para mantener la bioseguridad a clientes y trabajadores del sector.
Datos estadísticos precisan que para la sostenibilidad de este vital polo de sol y playa de la isla, se han vertido más de tres millones de metros cúbicos de arena desde 1985 a la fecha.
Varadero cuenta con más de 22 mil habitaciones dedicadas a la llamada ‘industria sin humo’, agrupadas en una cifra superior al medio centenar de instalaciones hoteleras, y dispone de una amplia red para actividades recreativas en especial las naúticas.
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