Estaba solo en el campo y pasaron varios minutos antes de que sus vecinos del distrito de Hai Linh, en la central provincia vietnamita de Quang Tri, corrieran al lugar atraídos por la explosión.
Al llegar lo encontraron bañado en una sangre espesada por la tierra, el brazo derecho en jirones y el torso desgarrado. Si no se apuran en llevarlo al hospital, Quy Thi no estaría contando lo ocurrido aquel aciago día de 1977.
‘Volaron en pedazos mis sueños y planes. Solo tenía 21 años y, de ser el sustento de la familia, pasé a ser una carga. Solo volví al campo allá como al año, después de muchos cuidados y duro trabajo de mi madre… Pero ya no era el mismo, solo me quedaba el brazo izquierdo y durante mucho tiempo temí que la azada golpeara otro explosivo’, dice.
Algo parecido le pasó a Ho Van Lai, en el año 2000, cuando solo tenía 10 años. Correteaba con algunos amiguitos por un camino del mismo distrito de Hai Linh, cuando explotó una bomba oculta bajo la tierra. Dos de los chicos murieron y Van Lai perdió un brazo, las dos piernas, el ojo derecho y casi el izquierdo, porque la visión de este se redujo a una décima parte.
‘Pasé por nueve operaciones y quedé con una discapacidad del 86 por ciento. Cuando a los tres años estuve fuera de peligro, no pude seguir yendo a una escuela normal y parecía que el futuro estaba cerrado para mí. áSuerte que mis hermanos mayores me ayudaron!’, cuenta.
En el vecino distrito de Trieu Phong, en 1983, otro artefacto explosivo desgració la vida de Phan Dang Nguyen cuando solo tenía 16 años. Trabajaba en el campo, pisó una mina y esta le arrancó media pierna.
‘En mi barrio eso sucedía con frecuencia, pero tú crees que nunca te pasará a ti… Hasta que pisas donde no tenías que pisar o pasas por dónde no debías… Pero ¿cómo puede uno saberlo, si están ocultas bajo tierra, como esperándote?, todavía se pregunta Dang Nguyen.
UN DRAMA QUE NO TERMINA
Estados Unidos nunca le declaró la guerra a Vietnam, pero se la hizo y técnicamente se la sigue haciendo, pues parte de las minas y bombas que lanzó sobre este país -15 millones de toneladas, el cuádruple de las que empleó en toda la Segunda Guerra Mundial- siguen descuartizando y matando personas.
Desde el fin de la guerra en 1975, más de 42 mil vietnamitas murieron por esa causa.
Si a esa cantidad se suman los que murieron después de aquel año a causa del agente naranja, un defoliante que los aviones norteamericanos rociaron sobre las selvas para privar a los guerrilleros de sus escondites, los fallecidos en Vietnam casi igualarían a las bajas en combate de Estados Unidos en todo el conflicto.
¿Puede decirse que ya en Vietnam hay paz? Quy Thi, Van Lai, Dang Nguyen y más de 62 mil compatriotas mutilados por bombas y minas de entonces a acá, piensan que no.
Según el Centro de Tecnología para la Eliminación de Bombas y Minas, más de seis millones y medio de hectáreas, la quinta parte del territorio nacional, está contaminado con municiones sin explotar, esos artefactos internacionalmente reconocidos con las tenebrosas siglas UXO.
Sus principales víctimas son los campesinos del centro y sur del país, a veces al hacer contacto involuntario con un artefacto explosivo, otras al intentar desmontar los que encuentran mientras trabajan sus tierras para luego vender el metal.
La tragedia aún puede tener para largo, pues se estima que hasta una quinta parte de las bombas lanzadas por los aviones estadounidenses no detonaron y siguen a la caza de víctimas.
EL IMPERATIVO DE VIVIR
‘Las minas y bombas quedadas de la guerra nos impiden llevar una vida normal, caminar tranquilos por donde queramos -dice Pham Quy Thi-, pero tenemos que seguir adelante’.
‘Después de recuperarme, yo y otros mutilados por bombas y minas empezamos a dar charlas entre las familias del distrito para convencerlas de que abandonaran la peligrosa ocupación de recolectarlas. También creamos clubes de discapacitados’, refiere.
En su momento, Quy Thi se casó y tuvo tres hijos. ‘Todos fueron a la universidad y se casaron. Estoy orgulloso de ellos y agradecido de mi esposa’, expresa.
Ahora con 62 años y un brazo izquierdo que por lo musculoso parece de una persona de constitución más fuerte, trabaja desde hace una década en el proyecto Renew (Renovar), que con respaldo financiero de Noruega realiza diversas acciones para enfrentar las secuelas de las municiones sin explotar.
‘Como vocero de Renew, he visitado 30 países para revelar las consecuencias de los UXO en Vietnam. Fui víctima de una bomba de racimo y lucho por la prohibición total de esa arma’, señala.
También Ho Van Lai rehízo su vida.
‘Estudié en una escuela para discapacitados y después, Tecnología de la Información en la Universidad Politécnica de Da Nang, apunta. También apoyo las labores de Renew, enseñando a los niños a protegerse de bombas y minas para evitarles una tragedia como la mía. Me siento una persona útil a la comunidad y sueño con un futuro mejor’.
Renew encuentra asiento en el Centro contra la Acción de Bombas y Minas, en Dong Ha, la capital de Quang Tri. Allí hay una escalofriante colección de objetos sobre el tema.
En la ciudad también hay una fábrica de prótesis donde, al momento de la entrevista, a Phan Dang Nguyen estaban tomándole las medidas para implantarle una nueva pierna artificial.
‘Este servicio es gratuito y, además, el gobierno local me da un subsidio mensual… No mucho, pero me ayuda a comprar los medicamentos con que alivio el dolor en mis viejas heridas’, dice con una sonrisa que nunca será igual a la de sus 16 años.
Dang Nguyen no quiere ser una carga para la familia, ni para la sociedad. ‘Tomé cursos de capacitación profesional para discapacitados y me gano la vida como mecánico de motos’, explica.
Quang Tri y la vecina provincia de Quang Binh, que hasta 1975 marcaron la frontera entre las partes norte y sur de Vietnam, fueron de los territorios más bombardeados por Estados Unidos.
Allí, como en casi todo el país, el drama de los mutilados por bombas y minas enrola cada año a decenas de otras personas que, como Quy Thi, Van Lai, Dang Nguyen, deberán luchar muy duro para que nada les mate los sueños.
arb/asg
(*) Corresponsal de Prensa Latina en Vietnam