Antes de la crisis sanitaria las instituciones solo mercantilizaban sus piezas con el propósito de adquirir nuevas pinturas, esculturas u otros objetos artísticos, una práctica conocida como alineación.
En abril del año último, la Asociación norteamericana de directores de museos de arte levantó esa regulación y determinó el comercio por dos años de obras de arte para compensar los presupuestos.
Tras esa disposición, el Museo de Brooklyn —situado en Nueva York y con una colección de casi dos millones de obras aproximadamente— vendió 12 piezas, entre ellas, de los artistas franceses Claude Monet y Jean Dubuffet.
En febrero último, el Museo Metropolitano de Arte, también de esa urbe estadounidense, anunció que los dividendos obtenidos durante el comercio de objetos se emplearían en la restauración de sus compilaciones y en los salarios de los profesionales encargados de esa labor.
Los expertos advierten que esa actividad se asume de manera diferente en los países del mundo, pues si en Estados Unidos resultan más anuentes con el tema, en otros, como Francia, se oponen.
El Centro Nacional de Arte y Cultura Georges Pompidou de París, en ese país europeo, comunicó su preocupación respecto a que las obras colgadas en las paredes se conviertan en activos
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