Es una modalidad adoptada por las familias de Honduras, El Salvador y Guatemala para intentar entrar a territorio de Estados Unidos y obtener un visado que les permita trabajar y vivir en ese país.
Pero la realidad dista bastante del sueño de convertir a los niños en pasaporte para la unificación familiar debido a una política violatoria de los derechos humanos aplicada por el expresidente Donald Trump, quien separó sin contemplaciones a los menores de su familia.
Se pensaba que con Joe Biden, quien públicamente condenó y rechazo esa forma de actuar de Trump, la situación iba a mejorar, pero poco o nada ha avanzado al respecto, más bien se ha agravado al extremo de que solamente en marzo Estados Unidos devolvió a territorio mexicano o a sus países de origen a 171 mil migrantes.
Sin embargo, para México la presión mayor se ha trasladado a la frontera sur que crece casi en igual medida que se desocupa la del norte, porque hasta ahora no hay ningún estímulo que frene o contrarreste el éxodo centroamericano.
La diferencia con lo que sucedía antes de la pandemia de Covid-19 -que detuvo las caravanas de migrantes-, es el factor infantil, pues se calcula hasta en 20 mil los menores que cada mes sus familiares dejan a merced de los traficantes para trasladarlos al norte.
Esa situación es el argumento del gobierno mexicano para reforzar la atención y vigilancia militar en la frontera sur -aunque el presidente López Obrador rechaza ese término- con 12 mil efectivos a los que denominan servidores públicos porque responden a distintas dependencias federales.
El ‘foco rojo’ como lo bautizó Ebrard, se agudiza por la acción criminal de las organizaciones de bandidos dedicados al tráfico humano, y el gobierno decidió reforzar el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia con vistas a atender a los menores de 18 años de edad.
Vamos a cuidar a los niños, esa fue una instrucción que di en la mañana, porque los traficantes, una o varias mafias, están utilizando a los menores y esto es una gravísima violación de derechos humanos, argumentó el mandatario.
López Obrador pidió a sus homólogos centroamericanos que ayuden a México y no se utilice a los niños pues no es la forma correcta de obtener trabajo y bienestar.
Lo cierto es que hay una verdadera escalada para tratar de lograr una aceptación de ingreso a Estados Unidos, y lo peor es que el publicitado ataque a las causas sociales, económicas y de violencia de la migración, ni siquiera ha comenzado, y hasta ahora se limitan a aislados esfuerzos de México.
Estados Unidos, responsabilizado con aportar cuatro mil millones de dólares bajo Trump y participar en los programas de desarrollo y bienestar de Honduras, El Salvador, Guatemala y el sur mexicano, no dio ni un centavo, y ahora Biden se comprometió a cumplirlo, pero este año dará solamente poco mas de 800 mil dólares.
En cambio, se especula que hubo un acuerdo entre todas las partes, incluido México, para fortalecer la vigilancia militar en la frontera con Guatemala, cuando lo más importante es concretar e incrementar los aportes financieros para los programas sociales y eliminar el actual foco rojo.
Pero la realidad de hoy, admitió el canciller Ebrard, es que estamos más que desbordados en la frontera y tendremos que hacernos cargo de muchos más menores de los que habíamos previsto.
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