Sin embargo, esta suerte de código secreto entre salvadoreños de sangre pipil se muere, poco a poco, y todo ello pese a los múltiples esfuerzos por revivirlo.
Este idioma relacionado con el náhuatl hablado en México por los toltecas corre un severo riesgo de desaparecer, de ahí la importancia de iniciativas que lo eleven al lugar que merece como bien cultural.
Las propuestas académicas para rescatar este idioma inquietan a quienes las defienden desde la comunidad, porque la atención al universo originario es poca y focalizada en zonas del Occidente, como Nahuizalco y Tacuba.
Con este enfoque, han quedado relegadas las lenguas nativas del Oriente, con la herencia vigente en territorios como Cacaopera o el río Lempa.
Por ejemplo, en el afán por dejar una impronta escrita en una tradición que ha sido ancestralmente oral, han sido sumados sonidos con las letras ‘x’ y ‘y’, los cuales atentan contra la armonía primigenia del náhuat.
‘El náhuat nace de los sonidos de la naturaleza, es un idioma armónico, que marca la diferencia con otras lenguas similares’, señalan activistas del Consejo Coordinador Nacional Indígena Salvadoreño.
Aunque en El Salvador hay más indígenas de lo que muchos reconocen, lo cierto es que las tres lenguas maternas de este país fueron declaradas en ‘peligro de extinción’ por la Unesco desde 2008.
Poco o nada se avanza para proteger y conservar esta fuente de saberes que narra el pasado como lo contaban los ancestros, con esa armonía que los conquistadores españoles confundieron con el idioma de los ángeles.
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