Al cierre de su primer fin de semana de la etapa recuperativa, el país constituye el escenario de opiniones contrapuestas, ya que la disposición limita a quienes no han recibido el fármaco antiCovid-19 y suscita un estado de despreocupación en torno al panorama real de la pandemia.
Museos, cines, bares, restaurantes, zoológicos, gimnasios y estadios reabrieron sus puertas sin limitaciones de aforo ni mascarillas, mientras el denominado ‘certificado de protección’ deviene llave maestra para quienes recibieron, al menos, la primera dosis de alguna vacuna o se hayan curado de la dolencia.
Algunos expertos aseguran que la medida surgió de manera apresurada e incluso en una semana compleja marcada por una alta tasa de mortalidad (101 en las últimas 24 horas), a lo que se suma el peligro inminente de incremento de las cifras, pues el documento no garantiza la total seguridad.
Primer país de la Unión Europea que empezó a utilizar vacunas no autorizadas como la china Sinopharm y la rusa Sputnik V, Hungría lidera el proceso con el 22,6 por ciento de la población adulta inoculada con las dos dosis y el 48 con la primera, lo cual no garantiza la inmunización.
Entre los argumentos de organizaciones no gubernamentales y defensores de los derechos humanos, destaca la falta de percepción de riesgo al entregar la tarjeta a personas que todavía pueden contagiar, como aquellos que no han completado el esquema de inoculación.
Mientras tanto, el sector del ocio acoge con beneplácito la alternativa que les permitirá salir de la crisis económica ocasionada por la pandemia tras el cierre de las instalaciones y reactivar sus servicios.
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