Uno de los miembros del grupo, Muhammad Ilyas, de 37 años, dijo a la prensa que dejaron varado su bote en Pulau Idaman, una pequeña isla frente a la costa del norte de Sumatra, porque estaba dañado.
Ilyas explicó que las víctimas fallecieron por falta de comida y agua, y agregó que el barco había sido recogido anteriormente por las autoridades indias, quienes lo repararon y luego lo enviaron de regreso al mar.
El grupo esperaba arribar a la vecina Malasia, donde más de 100 mil representantes de la minoría étnica viven al margen de la sociedad, registrados como refugiados pero sin permiso para trabajar, lo que los obliga a realizar construcciones ilegales y otros trabajos mal pagados.
Según datos oficiales, esta es la más reciente ola de llegadas, con casi 400 miembros de la minoría musulmana que desembarcaron en Indonesia el año pasado después de peligrosos viajes desde campamentos de refugiados abarrotados en Bangladesh.
En septiembre pasado, casi 300 rohingya llegaron al norte de Indonesia después de lo que describieron como meses de terror en alta mar.
Informaron haber sido golpeados por traficantes de personas mientras luchaban contra la enfermedad, el hambre y la sed, con los cadáveres de quienes murieron en el mar arrojados por la borda.
Varias naciones del sudeste asiático, incluidas Tailandia y Malasia, se han mostrado reacias a acoger a los refugiados en medio de la pandemia.
Alrededor de un millón de musulmanes rohingya viven en campamentos abarrotados en Bangladesh, donde los traficantes de personas realizan lucrativas operaciones con la promesa de encontrarles refugio en el extranjero.
Los rohingya huyeron de Myanmar, de mayoría budista, para escapar de una represión militar contra ellos hace cuatro años que, según los investigadores de la ONU, equivalía a genocidio.
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