Tras la revisión de la literatura y la evidencia científica, los expertos norteamericanos afirmaron que el conocimiento, las prácticas y habilidades adquiridas prevalecen sobre el valor de los genes como motor principal de la evolución humana.
De acuerdo con la investigación, las personas experimentan actualmente una transición evolutiva en la cual la cultura—subestimada hasta el momento en ese proceso natural— los refuerza en la supervivencia y reproducción, de manera más eficaz.
La transferencia de conocimiento es más rápida y flexible que la herencia de genes, a juicio de los especialistas, fenómeno este último que solo ocurre una vez por generación, es rígido y se limita a la información genética de los padres.
En este sentido, explican, las prácticas culturales experimentan un proceso de actualización constante, resulta más flexible y es efectivamente ilimitada respecto a la capacidad de utilizar los saberes de pares y expertos mucho más allá de los progenitores.
La mezcla de cultura y genes impulsó varias adaptaciones claves para los humanos, entre ellas, la disminución de la agresividad, la cooperación, las habilidades colaborativas y la capacidad de aprendizaje social.
Como resultado el estudio asegura que la evolución cultural constituye un tipo de adaptación más fuerte que la genética antigua, orientada al grupo y expresada en factores como la conformidad, la identidad y las normas e instituciones compartidas.
La investigación apunta, además, que las personas avanzan de organismos genéticos individuales a grupos culturales cuyo funcionamiento es de ‘superorganismo’, similar a las colonias de hormigas y colmenas de abejas, un sistema bien organizado y mutuamente beneficioso.
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