Esta investigación puso de manifiesto la vulnerabilidad de ese grupo poblacional al estrés térmico y a la contaminación acústica, como potencial riesgo para su salud, explicó una de las autoras del trabajo, María Teresa Baquero, del departamento de Urbanística y Ordenación del Territorio.
Los resultados del estudio mostraron una relación significativa entre el estrés térmico y la temperatura del aire, la humedad relativa y el factor de nubosidad del cielo; además, indicaron que los adultos mayores no son capaces de juzgar objetivamente su nivel de riesgo.
Para Esther Higueras, otra de las autoras, este hallazgo significa que la salud de esas personas podría estar en riesgo por los efectos de las temperaturas extremas, pues estarían predispuestas a enfermedades como la neumonía, el paro cardíaco, la deshidratación, la hipotermia y la hipertermia.
Explicó que los entrevistados para el estudio percibían el ambiente térmico como confortable; sin embargo, alrededor del 73 por ciento estaría en riesgo de estrés térmico en invierno y el 98,2 por ciento en verano.
Asimismo, aunque los niveles de ruido superan los límites perjudiciales para la salud, la mayoría de los entrevistados los perciben como agradables y no les molestaba.
Esto podría atribuirse a la pérdida de audición y sensibilidad, a la adaptación y a su expectativa, añaden las investigadoras.
El estudio se desarrolló en espacios públicos de Madrid y representa la primera aproximación a la búsqueda de sitios más confortables, adaptándolos a las necesidades de las sociedades envejecidas, mejorando su calidad de vida y su salud ambiental en ciudades densamente pobladas.
Los resultados de este trabajo se publicaron en la revista Urban Climate, pues pusieron de manifiesto la importancia de desarrollar políticas específicas de rediseño de los espacios públicos urbanos que respondan a las necesidades de los residentes de mayor edad.
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