Ningún grupo armado asumió la autoría del asedió ocurrido el jueves en la localidad de Dune, y en el cual perecieron tres integrantes de la fuerza pública y un gendarme (policía militarizada).
Según el ministro nigerino del Interior, Alkache Alhada, el ataque lo rechazaron efectivos gubernamentales, quienes destruyeron un vehículo de los asaltantes, mientras las autoridades de la zona reforzaron el dispositivo de vigilancia e investigan para localizar y juzgar a los autores del acto criminal.
En la semidesértica región norteña de Níger actúan redes de tráfico de armas, drogas y personas, en un contexto plagado de violencia.
Ese ataque sucedió en días al secuestro de dos técnicos chinos que laboraban en una mina de oro en la villa de Mbanga, en el oeste nigerino, cerca de la frontera con Burkina Faso, donde se registra un aumento de agresiones yihadistas en los últimos meses.
La opinión pública en este Estado de la franja africana del Sahel destaca el enfrentamiento a una escalada de violencia terrorista en la zona occidental, donde operan ramas de Al Qaeda y en la sureña región de Diffa, agredida por la secta Boko Haram y el Estado Islámico en África Occidental (ISWA).
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