La investigación del Instituto IDEA, publicado por el portal Exame, indica además que un 24 por ciento de los consultados aprueba la realización en territorio nacional del torneo deportivo y un 16 opina que no sabe.
Entre los hombres, el 54 por ciento no está de acuerdo con la acogida de la liza en el gigante suramericano y en las mujeres la cifra se eleva a 67.
Por regiones, la norte registra un 42 por ciento que evalúa que el país no debería ser sede del evento. En la centro-oeste la opinión contraria es preponderante (57 por ciento).
La decisión de acoger el torneo sería vista con buenos ojos si no fuera por la pandemia de Covid-19 y el recuento de 482 mil 19 muertes y 17 millones 210 mil 969 contagios por la dolencia.
‘Quienes están en contra de la copa en Brasil tienen una correlación con la desaprobación del gobierno. A mayor grado de desacuerdo respecto a los partidos, mayor es el rechazo al presidente Jair Bolsonaro’, afirmó Maurício Moura, fundador de IDEIA.
Precisó que ‘esto muestra un sesgo político o al menos de evaluación del gobierno, en relación con el tema. La mayoría de la población no ve ningún beneficio en la Copa América’, remarcó.
El muestreo interrogó a mil 252 personas entre el 7 y 10 de junio. Las entrevistas se realizaron por teléfono, con llamadas a receptores fijos y móviles, con un margen de error de tres puntos porcentuales más o menos.
Inicialmente, la competición estaba prevista para celebrarse en Colombia y Argentina, pero sorpresivamente se trasladó a Brasil en el último momento por el estallido social en la primera nación y el agravamiento de la pandemia en la segunda.
Según la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol), organizadora del evento, hasta el 10 de julio habrá 28 partidos en los que participarán 650 personas, entre jugadores y cuerpos técnicos de los equipos.
Además de la capital federal, habrá duelos sin la presencia de público en los estados Cuiabá, Goiânia y Río de Janeiro, donde se disputará la final de la competición.
La celebración de la Copa América recibe fuertes críticas desde casi todos los sectores de la sociedad brasileña, en particular de expertos en salud pública y políticos ante las alarmantes cifras de vidas perdidas por el patógeno.
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