En 1948, cuando surgió Israel, sus padres y sus abuelos tuvieron que huir de la Palestina histórica a Cisjordania para salvarse de la violencia desatada por los grupos sionistas Irgun, Hagannah y Stern, autores de ataques nocturnos contra civiles cuando aún Gran Bretaña era la potencia colonial.
SULEIMAN K. AUDIO
Las incursiones contra zonas árabes tenían una arista sospechosa: si un árabe era encontrado en posesión de un arma los tribunales británicos lo condenaban a muerte en juicios sumarios; en contrapartida, los judíos posesión de fusiles de asalto y abundante parque.
Sobre la mente de la fila de expulsados de sus tierras ancestrales planeaba el genocidio de la aldea de Deir Yessin, 120 de cuyos habitantes (más de 500 habían huido) fueron masacrados por esas bandas a pesar de tener un acuerdo de neutralidad con los judíos y prohibir el uso de su territorio a las milicias árabes.
UNA PROPUESTA PACIFICADORA
De la mentalidad fanática de los integrantes de aquellas bandas no escapaban ni sus vecinos de la víspera, los árabes de ambos sexos y todas las edades, ni siquiera un miembro de la aristocracia sueca, el conde Folke Bernadotte, encargado por la ONU de redactar un informe sobre la situación en Palestina y proponer una solución.
Bernadotte elaboró dos propuestas, la más acabada de las cuales insistía en la idea de dos Estados paralelos lo que provocó las iras de los grupos armados sionistas que resolvieron la contradicción con un método expedito asesinarlo a sangre fría en una carretera de Palestina.
A partir de la Nakba, como llaman los árabes a la catástrofe provocada tras la creación de Israel, para los palestinos todo fue cuesta abajo hasta llegar a hoy día, cuando aquellas masacres con métodos que recordaban a los empleados por los nazis han devenido hechos cotidianos, como ocurrió en Gaza a partir del 10 de mayo pasado.
La primera oleada de migrantes del terror fue de unos 48 mil seres humanos hasta llegar hoy día a seis millones 500 mil que tomaron el camino de la diáspora, recordó Suleiman que hoy tiene 70 años.
De acuerdo con el entrevistado, cuatro millones se asentaron en Jordania; medio millón en Siria e igual cantidad en El Líbano y 700 mil en otros países árabes, Europa, Estados Unidos y América Latina,
Esos desplazamientos forzosos en realidad comenzaron a gestarse en 1917 cuando el entonces canciller británico, Lord Balfour, prometió al movimiento sionista mundial la creación de un Estado para los judíos dispersos por el mundo.
Entre ese año y 1948 los palestinos plantaron cara a la administración británica con la resistencia, uno de cuyos hitos sobresalientes fue el levantamiento armado contra la ocupación de Londres y la emigración masiva judía a mediados de la década de 1930.
La sublevación fue aplastada a sangre y fuego: era una lucha desigual entre hombres mal armados y una de las potencias mundiales en cuyos dominios en Asia, Medio Oriente y África, de los cuales extraía enormes recursos, apenas se ponía el sol.
La apoteosis de aquella guerra desigual llegó en mayo de 1948, tras la aprobación en el Consejo de Seguridad de la recién creada Organización de las Naciones Unidas de la Resolución 181 la cual decretaba la creación de dos estados: otro papel mojado.
En principio Estados Unidos se oponía a la idea, en choque con la entonces Unión Soviética (URSS), que la favorecía, pero varió su postura por medio de un chantaje electoral al entonces mandatario estadounidense, el demócrata Harry S. Truman, aspirante a la reelección con pocas probabilidades de éxito.
El entonces líder de la URSS, Joseph Stalin, cometió el error de suponer que la tendencia socialdemócrata de los laboristas israelíes, entonces un poder incuestionable junto a la Histadruth, la central sindical en el proyecto de país, contribuiría a la descolonización en Levante.
Truman recibió un escueto mensaje: si quiere ser reelecto apoye la creación de Israel. El resto es la historia de un matrimonio basado en intereses geoestratégico con una sola rencilla, excepción que confirmaría la regla.
SECUENCIA DE GUERRAS REGIONALES
Ese mismo año, 1948, marcó el inicio de una secuencia de guerras regionales que se repitió en 1956, 1967 y 1973.
El conflicto entre Washington y Tel Aviv, cuya expansión ya era patente, surgió cuando Israel se coaligó con Francia y el Reino Unido para abortar la nacionalización del Canal de Suez decretada por el líder egipcio Gamal Abdel Nasser, lo que propició el ultimátum de Estados Unidos y la URSS para que se retiraran.
En el ínterin fuerzas progresistas: el Partido del Renacimiento Árabe Socialista, creado por Michel Aflaq y Salah Bitar y, después, la Unión Socialista Árabe, de Nasser, aunque divergentes en ideología propugnan la unidad de los países árabes contra la dominación colonial y frente a un Israel cada vez más agresivo.
Solo transcurrirían 11 años para que una provocación militar israelí en el golfo de Akaba en junio de 1967 detonara la tercera guerra árabe-israelí resultante en la ocupación de Gaza y Cisjordania y del territorio sirio de las Alturas del Golán.
Para ese entonces Israel tiene sellada su alianza estratégica con Estados Unidos y las potencias occidentales mientras en el campo árabe era patente la deriva hacia la URSS, por efecto de la ley de gravitación política en un mundo dividido en sendos bloques, capitalista y socialista con la OTAN y el Pacto de Varsovia como contrincantes.
En todo ese devenir histórico prosigue la migración palestina, empujada por la ocupación militar israelí y el establecimiento de asentamientos humanos en esos territorios, considerados violatorios de la legalidad internacional, sin que ello, tenga consecuencias tangibles.
LA AMENAZA ATÓMICA
Esta situación pudo cambiar en 1973 cuando Egipto, utilizando las aguas del Nilo, el río que germinó su antiquísima civilización preislámica, destruyó las defensas del ejército israelí en la península del Sinaí, conocidas como Línea Bar Levi.
Tan aplastante fue el avance de los ejércitos árabes que en Tel Aviv se pensó en lanzar el arma atómica que poseía con la complicidad de Estados Unidos, Francia y el Reino Unido e impide declarar al Medio Oriente zona libre de dispositivos nucleares.
Pero se impusieron la cordura y la tecnología: los satélites del Pentágono proveyeron a Tel Aviv las posiciones de sus contrincantes y esos datos, que junto a la provisión de abundantes armas con tecnología de punta, modificaron el panorama y condujeron a un cese del fuego.
Pasado el susto, Israel tuvo las manos libres y continuó su expansión territorial iniciada con la firma de los acuerdos de Camp David, por los que Egipto, recuperaría la península del Sinaí y recibiría de Estados Unidos mil 300 millones de dólares de ayuda anual y al cabo del tiempo le costarían la vida al presidente Anwar El Sadat.
La muerte de Sadat en un atentado en 1982 durante un desfile por la guerra de octubre de 1973 está sujeta a conjeturas ya que su sucesor, Hosni Mubarak, estaba sentado a su lado y apenas recibió un rasguño.
Las interrogantes sobre el papel de Mubarak se deben a que profundizó la inclinación de su país hacia Occidente lo que le permitió transitar sin penas el boicot árabe por la rúbrica de los acuerdos y el posterior establecimiento de nexos diplomáticos con Israel hasta su defenestración por masivas protestas populares en 2012.
En todo ese lapso Cisjordania ha visto encogerse su territorio por los asentamientos paramilitares sionistas, Gaza sufre un bloqueo de 15 años y ha soportado siete ofensivas castrenses israelíes que la han convertido en un gigantesco campo de concentración para dos millones de seres humanos cuyo pecado mortal es ser árabes.
Con los atrapados en esa franja costera Tel Aviv realiza experimentos, uno de ellos sobre las calorías mínimas para que un ser humano no muera de inanición.
Amira Hass, corresponsal en los territorios palestinos ocupados del diario israelí Haaretz, afirma que la burocracia israelí elaboró tablas y gráficos “para calcular el número de calorías que consumía la gente en Gaza” por orden del exministro de Defensa Avigdor Lieberman.
En la última década, añade, los funcionarios de la Coordinación de las Actividades Gubernamentales en los territorios ocupados “prohibieron todos los productos (…) entre ellos el gas natural, los demás combustibles y la exportación de bienes de la franja…”.
Además de probar tácticas militares, Israel realiza otros experimentos como simular en Gaza la Edad de Piedra por el método de cortar la electricidad “para ver cómo conservarán los bancos de sangre o se mantendrán vivos los recién nacidos en las incubadoras, los enfermos de cáncer o los pacientes en diálisis”, según la politóloga iraní Nazanin Armanian.
Cualquier parecido con los que realizaban científicos hitlerianos en la II Guerra Mundial en modo alguno es pura coincidencia. Por el contrario, es un ejemplo palmario de lo que puede ocurrir cuando ciertas víctimas devienen victimarios.
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