Desde que se conocieran los resultados de los comicios presidenciales en el país andino, analistas, políticos y estadistas de todas las tendencias comenzaron a cuestionar y/o apostar por la supervivencia del organismo.
Apenas se anunció la victoria de Castillo, el expresidente de Ecuador Rafael Correa hizo uso de la sátira virtual y publicó en la red social Twitter un meme que señalaba ‘es de mi agrado informarles que el Grupo de Lima acaba de perder a Lima’, mientras horas más tarde colocaba otro, ‘¿Qué problema! Y ahora, ¿cómo se van a llamar?’.
Aunque para muchos analistas el futuro del ente es aún de pronóstico reservado, la publicación del exmandatario ecuatoriano puso sobre la palestra pública la duda sobre el destino definitivo de ese concilio político, desde hace mucho en franco deterioro.
Si bien es cierto que el candidato no se pronunció abiertamente al respecto, el Comité Ejecutivo Nacional de Perú Libre, el partido de Castillo, anunció durante la campaña que de llegar a la presidencia esa nación lo abandonaría y propondría su desactivación.
Interrogado por Prensa Latina, el filósofo y politólogo venezolano Fernando Rivero indicó al respecto que Latinoamérica transita por cambios geopolíticos importantes que evidencian una condena generalizada a las políticas neoliberales, y calificó al Grupo como una organización desmembrada, cuyo fin es inminente.
El máster en Filosofía de la Guerra dijo sentirse optimista en cuanto a un cambio en la correlación de fuerzas en torno a Venezuela, lo cual sería una extraordinaria oportunidad para afianzar la diplomacia de paz en la región.
Además, subrayó, permitiría la reactivación de mecanismos de integración la Unión de Naciones Suramericanas, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños y el fortalecimiento de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos.
La instancia multilateral se estableció tras la denominada Declaración de Lima, el 8 de agosto de 2017, donde se reunieron representantes de 14 países ‘con el objetivo de dar seguimiento y acompañar a la oposición venezolana para buscar una salida pacífica a la crisis’.
En un principio suscribieron la declaración Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Honduras, México, Panamá, Paraguay y Perú, uniéndose posteriormente Guyana, Haití, Santa Lucía y Bolivia, este durante el gobierno de facto de Jeanine Áñez.
El documento fue avalado también por Barbados, Estados Unidos, Granada, y Jamaica que asistieron al encuentro, así como la Organización de Estados Americanos (OEA) y la Unión Europea, además de la oposición venezolana.
El reconocimiento del exdiputado Juan Guaidó como presidente encargado, su apoyo a la extrema derecha venezolana, cada vez más desprestigiada y la debacle en el tratamiento de la Covid-19 de la mayoría de los países miembros, dejaron caer la cortina de humo de la organización que desde su creación sólo sirvió a los intereses de Washington y la OEA.
Por si fuera poco, las protestas en Chile y Colombia, que pusieron sobre el tapete la ineficacia de los gobiernos de Sebastián Piñera e Iván Duque, respectivamente, sumado a los cargos de corrupción y terrorismo contra Añez, terminaron por enlodar aún más su ya cuestionado papel como mecanismo multilateral en la región.
Cuatro años después de su fundación el Grupo de Lima no tiene nada que ofrecer o aportar, ni siquiera a sus padrinos y aliados, algunos de los cuales comienzan de forma solapada o abierta a distanciarse de ellos.
En medio de los cambios políticos que experimenta América Latina, muy pocos le auguran un futuro, en tanto, pasará a la historia sobre todo por sus fracasados intentos de derrocar al presidente Constitucional de Venezuela, Nicolás Maduro, y la Revolución bolivariana.
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