Con una técnica perfeccionada por años e inspirada en el trabajo de Dalton Ghetti (pionero de esta manifestación), el creador moldea cada pieza hasta conformar obras milimétricas con un acabado a la altura de cualquier esfigie monumental.
El origami y la escultura en arcilla, marcaron sus inicios en el arte, pero el grafito emergió como su material por excelencia, en especial por el simbolismo que encierra el lápiz, como herramienta para escribir o dibujar los pensamientos, y también, tallarlos.
Detalles diminutos difíciles de identificar a simple vista, obligan al espectador a observar con detenimiento las piezas e intentar descubrir la historia detrás de ellas , esa narrativa que inspira a Dordevic a concebir cada elemento y requiere largos períodos de concentración, cuidado y maestría.
Temas como naturaleza, arquitectura famosa, obras de arte clásicas o problemáticas sociales, aparecen reflejados en el catálogo del escultor con una década de experiencia, quien dispone de una colección de bisturís, cual cirujano, para ejecutar sus procesos creativos.
Desde su surgimiento el lápiz se ha utilizado para crear arte, hoy tras siglos de existencia, adquiere un nuevo significado al convertirse en arte, refiere Dordevic en su página web oficial, que exhibe una selección de sus piezas, las cuales han formado parte de una treintena de exposiciones colectivas e individuales.
A partir del diseño de cómo debe verse, estimo los puntos débiles de la escultura: los lugares donde esta podría romperse fácilmente, elijo el tipo de lápiz (redondo o cuadrado), preparo las herramientas adecuadas (varios tipos de bisturís quirúrgicos), y luego comienza el trabajo, explica Dordevic.
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