Así lo afirmó el cónsul de Cuba en Sao Paulo, Pedro Monzón, en un extenso artículo publicado en la revista Carta Capital.
Monzón asegura que las acciones en la isla ‘fueron estructuradas por un núcleo duro y reducido de contrarrevolucionarios, financiados por Estados Unidos, potencia que dedica millones de dólares a intentar subvertir políticamente a la isla’.
Estas personas, explica, aprovechando dificultades causadas por el bloqueo de Washington y, al mismo tiempo, por la pandemia de Covid-19, ‘arrastraron tras de sí a ciudadanos ingenuos e incluso revolucionarios que sufren la situación actual’.
Según el diplomático, el presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, estuvo personalmente en el lugar donde se iniciaron los disturbios, San Antonio de los Baños, poblado cercano a La Habana, y habló libre y de manera pacífica con muchos de los participantes en la calle.
Asegura que Díaz-Canel ‘tomó notas, explicó las dificultades existentes y después hizo dos presentaciones en los medios de comunicación en la televisión nacional’.
Monzón refiere en su texto que ‘antes del triunfo revolucionario de 1959, el propósito era dominar, explotar e impedir la Revolución’.
Ahora, tras la victoria y ‘la instauración del socialismo, el propósito era destruir la Revolución a toda costa, acabar con su afán de independencia y su ejemplo’.
Para el cónsul, este propósito hegemónico lo integran tres herramientas principales paralelas. En primer lugar, señala, las acometidas militares y terroristas. Desde el triunfo de la Revolución, Cuba ha sufrido más de 500 agresiones directamente del gobierno y las agencias de Estados Unidos, o desde su territorio.
Después, en segundo lugar, el cerco contra Cuba, ‘junto con todas las diversas agresiones, tiene prácticamente la misma edad que la Revolución cubana’.
Por último, en tercer lugar, ‘un factor muy importante se debe a la continua agresión mediática que acompaña a estas herramientas represivas y que se apoya en la difusión de mentiras, las cuales pretenden generar confusión en la población cubana y un ambiente internacional cómodo para justificar el daño a nuestro pueblo’, alerta.
En definitiva, remarca Monzón, ‘Estados Unidos no tiene ni argumentos ni moral para criticar, atacar o castigarnos injustamente en temas como los derechos humanos, la democracia, la educación y los sistemas sanitarios, entre otros.
‘Nuestra mejor opción común es vivir civilizada y pacíficamente como vecinos cercanos, aunque tengamos muchas diferencias políticas e ideológicas, sobre las que podemos discutir en igualdad de condiciones’, subraya el diplomático.
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