La policía informó que Faez, de 57 años, recibió un disparo en su casa frente a su esposa e hijos.
El pasado fin de semana otros cuatro fallecieron víctimas de la delincuencia, entre ellos un joven de 18 años, identificado como Anas al Wahwah.
Sólo una parte de Israel puede considerarse bajo un estado de orden público, la otra está signada por la anarquía, denunció el Comité Nacional de Jefes de Autoridades Locales Árabes.
Hace dos semanas fue asesinado Sahar Ismail, asesor para asuntos árabes de la titular de Educación, Yifat Shasha Biton.
Los descendientes de los palestinos que no fueron expulsados de sus tierras tras la creación del Estado judío, en 1948, denuncian desde entonces que son tratados como ciudadanos de segunda.
En la actualidad suman 1,9 millones de personas que suponen casi un 21 por ciento del total de la población de este país levantino.
Según Iniciativas de Abraham, una organización dedicada a impulsar las relaciones entre ambos grupos, en 2018 fueron asesinados 71 ciudadanos árabes y 89 en el siguiente, en tanto otro estudio reveló que el pasado año la cifra se elevó a 113.
La ONG Sikkuy asegura que una de las principales razones de las diferencias entre los ciudadanos árabes y judíos es la asignación desigual de los recursos estatales.
La segregación entre ambas comunidades es la norma en Israel, en especial en materia de vivienda y educación, subrayó.
Sikkuy resaltó en su reporte anual 2020 que un 14,5 por ciento de las familias judías vive por debajo del umbral de la pobreza, mientras que entre las árabes el flagelo alcanza al 45,3 por ciento.
Esa situación provocó un estallido social en mayo último en las ciudades mixtas o pobladas mayoritariamente por personas de origen palestino, en medio de una ofensiva militar de las fuerzas de Tel Aviv contra la franja de Gaza y la represión en Jerusalén oriental.
Además de denunciar la agresión a sus hermanos palestinos, los manifestantes reclamaron igualdad de derechos y el fin de la discriminación legal, económica e institucional.
Localidades como Lod, Acre, Ramle y Jaffa fueron escenarios de violentos disturbios, calificados por el entonces presidente israelí, Reuven Rivlin, como ‘una guerra civil’.
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