Un sentimiento extendido en la sociedad, en medio de la crisis actual del país, especialmente entre los pueblos indígenas cuyos derechos más elementales son violentados, es que no hay nada que celebrar, puntualiza el pronunciamiento a un día de conmemorar 200 años de la declaración de independencia del dominio español.
En cambio, es momento propicio para reflexionar, actuar y articular hacia un futuro distinto, llama el documento a los cuatro pueblos que conforman la sociedad guatemalteca, en esencia, las mayorías excluidas.
A juicio de los firmantes, articulados en un frente contra los festejos, durante estos años se ha tratado de ocultar que la independencia se declaró para prevenir las consecuencias, que serían temibles, en el caso de que la proclamase de hecho el mismo pueblo.
‘En esa reveladora expresión del acta del 15 de septiembre de 1821 se condensa una de las causas fundamentales del fracaso, de ese y otros muchos actos políticos constitutivos realizados en Guatemala: fueron hechos para evitar que los decidiese el pueblo, la sociedad en su conjunto’, enfatiza el texto.
Actas, normas constituyentes, estatutos de gobierno o constituciones de la República, casi sin excepción, han sido excluyentes; se idearon principalmente para evitar la participación popular y no para construir el bienestar, la justicia y la equidad para todos los habitantes, advierte el texto.
En este largo período, detalla, la sociedad guatemalteca tuvo dos momentos históricos en los que pudo haberse cambiado el rumbo del país; el primero durante la primavera democrática, de 1944 a 1954, y el segundo, a finales del siglo XX, con los Acuerdos de Paz refrendados el 29 de diciembre de 1996.
Sin embargo, los herederos económicos, sociales y políticos de las elites que firmaron la independencia hace 200 años, impidieron la realización de ambos procesos, recuerda el pronunciamiento, que sitúa a la actual Constitución Política como parte de esa intención excluyente.
‘El régimen constitucional vigente desde 1986 está agotado, hoy es funcional para élites políticas, económicas y militares, indiferente al sentir y a las necesidades de los pueblos indígenas, de la población trabajadora empobrecida y de otros sectores sociales mayoritarios’, asegura el llamamiento.
Ante ello, es el momento de emprender el camino hacia una Guatemala distinta y posible como creciente consenso de un nuevo pacto social con un Estado de todos, distinto a la fracasada patria del criollo, refuerza el texto.
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