En un mensaje al encuentro de dos días organizado por la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales sobre la Primera Bienaventuranza, el sumo pontífice se refirió a la avaricia ‘de las personas como de las familias y de las naciones, especialmente de las más ricas, aunque tampoco están exentas las más desprovistas’.
En estos tiempos de opulencia, en los que debería ser posible poner fin a la pobreza, los poderes del pensamiento único no dicen nada de los pobres, ni de los ancianos, ni de los inmigrantes, ni de las personas por nacer, ni de los gravemente enfermos, señaló Francisco al precisar que ‘son tratados como descartables’.
Francisco consideró un crimen de lesa humanidad que, a consecuencia de ese paradigma avaro y egoísta predominante, ‘nuestros jóvenes sean explotados por la nueva creciente esclavitud del tráfico de personas, especialmente en el trabajo forzado, la prostitución y la venta de órganos’.
Habida cuenta de los enormes recursos disponibles de dinero, riqueza y tecnología con que contamos, nuestra mayor necesidad no es ni seguir acumulando, ni una mayor riqueza, ni más tecnología, sino actuar el paradigma siempre nuevo y revolucionario de las bienaventuranzas de Jesús, puntualizó.
En ese sentido, el papa contrapuso a la avaricia el espíritu de pobreza el cual, dijo, ‘mientras nos despoja del espíritu mundano, nos conduce a usar nuestras riquezas y tecnologías, bienes y talentos en pro del desarrollo humano integral, del bien común, de la justicia social y del cuidado y protección de nuestra casa común’.
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